Irene Caja irrumpió en el escenario lejos de ser la Galerna que titula la obra que ha escrito. Sin apenas hacer ruido tomó contacto con las tablas de un abarrotado Teatro Velasco que se silenció al paso de la actriz alhameña.
La expectación levantada en el público fue creciendo a lo largo de los 50 minutos del monólogo de la artista en el relato de una historia de una mujer como Irene y como la de cualquiera otra.
Una historia de las ilusiones perdidas, de las esperanzas robadas, del yugo impuesto que estrangula y quita la voz, en muchos casos, demasiados, para siempre.
Pero también una historia de amor, del amor romántico, del fraternal, del maternal y del amor propio, esa fuerza que empuja a continuar y a cada golpe de tacón mantener la mirada al frente y nunca enjaulada.
El público acompañó a Irene Caja por la noria de emociones que impuso sobre el escenario hasta terminar como la Galerna, ese viento repentino que hace bajar la temperatura y provocar la más fiera de las tormentas.
Pero la tormenta que se llevó Irene Caja fue la del amor incondicional de su público, de su familia y de sus amigos. a través de sus aplausos, de sus besos y de sus abrazos.
Si (
No(
