
Hay cosas que todos sabemos de forma instintiva, como por ejemplo, que la probabilidad de que se tire un papel al suelo o que no se recoja uno que se cae, aumenta conforme más sucio esté el suelo. También es más fácil que suceda si nadie mira o si la persona que lo tira sabe que tirar el papel no va a tener ninguna consecuencia negativa para ella.
Partiendo de estos convencimientos, y buscando soluciones frente al vandalismo juvenil, se desarrolló a lo largo de la última mitad del siglo XX una teoría sociológica y criminalística denominada “De los cristales rotos” que viene a decir que en el momento en el que se rompe el cristal de la ventana de una casa abandonada, la posibilidad de que rompan más cristales, la vandalicen o la okupen, va aumentando.
En los últimos tiempos, Alhama está más sucia, más descuidada. Hay zonas que se reforman, pero el mantenimiento de las que ya existen es mediocre o brilla por su ausencia. No es extraño ver zonas sucias, basura por los rincones, hierba saliendo en las aceras, pintadas, contenedores rotos o sucios. Esto, que ya de por sí es desagradable, afecta también a la actitud de determinados jóvenes, especialmente entre los 14 y los 17, más vulnerables a la posibilidad de caer en conductas vandálicas y prácticamente impunes penalmente.
Hace poco salió en prensa la denuncia de los vecinos de la zona del Castillo ante la indefensión en la que se ven, pero vamos a mirar un problema más pequeño. Ya hablé de las hornacinas en otro artículo. Esta semana han vuelto a romper otra y a robar la imagen del Sagrado Corazón que contenía. Una cosa pequeña quizá, pero un síntoma claro de lo que ocurre. Se sabe quienes son los que se dedican a estos menesteres pero, ah, son menores., menores en riesgo. Fiscalía los mandaría a Servicios Sociales, pero es que se supone que Servicios Sociales se encarga ya de ellos. Mejor hagamos como que no pasa nada. Cerremos los ojos. ¿Qué puede ser lo peor que pase?