Probablemente no conozcas el nombre de esta señora, y si te digo que es una científica húngara que huyó del comunismo en el 85 con lo puesto y unos 1.200 dólares escondidos en el oso de peluche de su hija pequeña para terminar con el chantaje a que le sometía el Servicio de Seguridad del Estado de Hungría por haber sido su padre un activista contra el régimen, igual crees que es la protagonista de una novela o una película americana, pero no. O quizá, todavía no, porque su historia bien lo merece.
Bueno, vale, pero ¿por qué, entre todos los que huyeron del comunismo es importante esta señora? Tenme un poco de paciencia, lector. Explicar temas científicos siempre tiene su complicación.
En la investigación científica, como en todo, existen modas. Si investigas en el tema que está de moda, todo son facilidades, y si no, todo se vuelven obstáculos. Durante los noventa, eso es lo que le pasa a Katalin. El ADN es la molécula estrella. La ingeniería genética abre mundos de posibilidades y al estudio del ADN se destinan cantidades ingentes de recursos. Sin embargo, el ARN se convierte en el “pariente pobre”, se le ve como una molécula secundaria, y Katalin recibe negativas de becas e incluso cierto bulling y degradación laboral por empeñarse en estudiar sobre él.
Sin embargo, en 1997, la historia cambia con un encuentro casual en la fotocopiadora de la Universidad con Drew Weissman, un investigador de la vacuna contra el VIH (que, evidentemente, sí tenía presupuesto). Hablando de sus trabajos, descubren que pueden ser complementarios y deciden aunar esfuerzos para intentar conseguir que las células no rechacen el ARN que intentan introducirles, el punto en el que la investigación se atascaba.
En 2005 consiguen fabricar ARN sintético que las células no son capaces de distinguir del natural. Unos años después, tienen éxito en el diseño de nanosomas (una especie de microburbujas de grasa) que cuando contienen el ARN son capaces de introducirlo, fundiéndose con las membranas celulares, dentro de las células, ahí donde tiene que hacer su papel.
Todavía les faltaba otro sobresalto. En 2013 la universidad en la que trabajaban vende a sus espaldas las patentes de todo esto a compañías privadas y eso es lo que le decide a abandonar la investigación pública y unirse como vicepresidenta senior a la joven empresa BioNTech donde trabajará en tratamiento del cáncer y la isquemia cerebral, terapia génica, (otro campo donde sus avances han contribuido de manera espectacular a ampliar los horizontes de lo posible) y, por supuesto, la tecnología que ha hecho posible el desarrollo de las vacunas de ARNm que se están usando contra el Covid 19.
Como todas las historias clásicas americanas, después de tanto sacrificio y esfuerzo, desde el 2020, le andan dando premios, incluyendo un Princesa de Asturias este mismo año, aunque probablemente, si no hubiera habido pandemia seguiría siendo una científica más cuyo trabajo pasa a formar parte de los cimientos de lo que se descubre después.