A mí me gusta la gente y me gustan las historias. Es algo con lo que disfruto genuinamente, así que como a la gente le suele gustar hablar y contar, acabo escuchando muchas historias.
Ültimamente, no hay una historia que me hayan repetido más que esa que empieza con “¿Sabes cómo ganó Conesa las elecciones?”. Estuvo todos los martes en el mercado, en todas las fiestas, en todas las pedanías, publicó de su bolsillo panfletos que impusieran su versión, su “relato”, utilizó a las AMPAs, a la comunidad musulmana, dejó su “trabajo” durante más de un año para preparar el asalto al Ayuntamiento, gastó dinero, pagó publicidad en todos los medios a su alcance.
Es una historia vieja ya, hace más de ocho años que empezó y todos sabemos como termina, con el protagonista dejando tirada Alhama sin ejecutar ninguna de las promesas e ilusiones que enhebró durante aquella campaña, tratando de llegar a su auténtico objetivo, que era la secretaría regional del PSOE e incluso la presidencia.
Las historias que se le quedan a la gente siempre son buen material de rumia, y con cada narración adquieren nuevos matices, en función de lo que te quiera contar el que te lo cuenta.
En fin, que rumiaba yo sobre esto hoy, y no podía sino rebelarme internamente, frustrarme. ¿De verdad somos tan imbéciles como sociedad?¿De verdad no es evidente para la gente cuando alguien está dispuesto a hacerlo todo (y todo es todo) por alcanzar o mantener el poder? ¿De verdad no les resulta alarmante ese ansia de poder, esa voracidad?
Yo no creo que el mejor candidato sea el que vaya a más fiestas, el que salga en todas las fotos, el que se coloque delante en los desfiles y robe protagonismo hasta a las novias en su boda. Especialmente si para eso descuida el verdadero trabajo, que en el caso que nos ocupa, es mantener un pueblo seguro, limpio, donde los servicios funcionen y del que sus vecinos estén orgullosos y disfruten de vivir en él.
Igual me equivoco, pero creo que, entre fiesta y fiesta, entre foto y foto, el partido socialista debería haber tratado de encontrar tiempo para solucionar de una vez el problema que crearon con el contrato de basuras y la limpieza viaria, construir el gimnasio-pabellón que va a costar como una catedral y está tardando en construirse como si fuera una, o simplemente y como mínimo, reconocer que su inacción está potenciando el problema de la inseguridad ciudadana en Alhama, que esta va cada día a más, y que ya no puede esconderse.