Si hay una aspiración común que ha caracterizado a gran parte de los proyectos que en los últimos tiempos se han propuesto (que no ejecutado) para Alhama, ha sido sin duda la de convertirlos en un reclamo económico de algún tipo para el municipio, normalmente pensando en atraer turistas y dinamizar la vida social y comercial.
Las premisas de las que se han solido partir, no obstante, considero que no han caído en uno de los puntos centrales que muestran la desconexión entre los ciudadanos y el pueblo, esto es, la falta de "identidad local". Dicha identidad está intrínsecamente ligada a la cultura y el patrimonio (y entiéndase por patrimonio no solo el histórico, monumental o arqueológico; también el no material, las festividades, tradiciones, e incluso formas de vida que caracterizan un lugar, y todo su medio geográfico y ecológico).
Pues bien, se tiende a que los nuevos planteamientos sobre el crecimiento de la localidad no tengan en cuenta (más allá de un planteamiento muy general, como que en Alhama había aguas termales) todo el patrimonio con que cuenta el municipio, y que de por sí, sin quedar supeditado a la afluencia de gente por uno u otro proyecto, tiene mucho que aportar y contar, para los de fuera, pero especialmente para los de dentro.
El relanzamiento de una vida cultural en Alhama, como la que parece que todavía se mantiene en festividades como la Semana Santa, pasa necesariamente por ocuparnos de todo aquello que tenemos y ponerlo en valor; no solo el Castillo, cuya reparación ha acabado convirtiéndose en un meme para una juventud que no lo ha visto en otro estado. Estamos hablando también de todo aquello que vemos diariamente (los monumentales edificios en estado de conservación sumamente deficiente del centro de la localidad, como la Casa de la Tercia); aquello que nuestros vecinos de las pedanías, alhameños también, ven en una situación más que ruinosa (dense un paseo por Las Cañadas y observen el estado de antiguas casas que atestiguan otra época); y todo lo que no vemos, pero que en algún lugar (probablemente en el sótano de la Biblioteca, convertido en espacio multiusos) debe encontrarse.
Y es por ello que quiero apelar a la participación juvenil para poner en valor nuestro patrimonio. Felizmente abierto el debate sobre la sala de estudio y su urgente necesidad de sustitución, y eliminada la necesidad de dar unas becas para abrir y cerrar la puerta, es buena hora para plantear la organización de una serie de prácticas becadas para estudiantes que permitan su colaboración en la puesta en valor del patrimonio municipal. Los ejemplos de este tipo de becas que hemos tenido el placer de observar por lugares de Murcia y también de otras provincias vecinas como Alicante, atestiguan los buenos resultados que dichas colaboraciones pueden dar. Hay que proponerlo siempre desde la humildad, pero quizás sería un muy buen primer paso plantear la creación de un catálogo patrimonial, poner en valor determinados espacios y lugares, e ir reconstruyendo, poco a poco, una identidad local que parece que se haya ido perdiendo, desde el edificio más céntrico y conocido del pueblo, hasta ese pequeño cartel descolorido por el sol, en los Saladares del Guadalentín, que antes de volverse ininteligible mostraba las especies de aves. La contribución al conocimiento siempre es buena; su difusión y divulgación, para que todos podamos conocerlo, es sin duda la clave para que aprendamos a valorarlo, desde dentro hacia afuera, y que muchos de los proyectos que se planteen para el municipio, en un futuro, lo tengan en cuenta más allá de su simple mención. Con seguridad, los y las estudiantes de Alhama jugarán un papel clave en ello.