La película 'La zona de interés' (2023) refleja cómo el jerarca nazi Rudolf Hoss, encargado del campo de exterminio de Auschwitz, vivía plácidamente con su familia en un bonito chalet con jardín y cultivos a escasos metros del campo de concentración. Desconozco cómo sería en realidad la vivencia, pero en la película lo que se busca es anteponer una familia normal de clase media-alta, con un par de sirvientas, buenas comidas y relaciones sociales, con la matanza criminal de millones de hombres, mujeres y niños judíos, y demás víctimas del Holocausto, a unos pasos de los cultivos hortícolas de la familia.
La filósofa judeoalemana Hannah Arendt, que escapó por los pelos del régimen nazi, quien la declaró apátrida, teniendo que emigrar a Estados Unidos, desde donde desarrolló sus principales obras, viajó a Israel en los sesenta para cubrir el juicio al capturado nazi Adolf Eichmann, pieza funcionarial clave en la organización de la Solución Final, el Holocausto. De ahí salió su libro 'Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre la banalidad del mal' (1963). Arendt acuñó este término analizando, por la biografía y comportamiento de Eichmann, que más que un jerarca nazi poderoso y sanguinario, era un mediocre funcionario de inteligencia media. Aunque posteriormente se han hecho algunas críticas a la visión de Arendt, en cuanto a la motivación antisemita de Eichmann, que habría tenido una relevancia no poco “banal”, por ejemplo, el planteamiento que subyace de la filósofa es el de que no es necesario ser un monstruo violento y psicópata para llevar a cabo crímenes del calibre de los nazis.
La tesis de Arendt fue en parte incómoda en Israel, pero también en Alemania, dado que, al fin y al cabo, dejaba entrever que pudo existir conocimiento del exterminio masivo de los judíos y, lo peor, aceptación, por contingentes importantes de población alemana normal y cotidiana. En el fondo, la idea del totalitarismo era más cómoda: en un régimen que censuraba la libertad de expresión, era más fácil presentarse, una vez derrotado, como alguien que “no pudo hacer nada” mientras los criminales que gobernaban hacían lo que hacían. El volver monstruos a la élite nazi, la poca gente que fue juzgada, solución sencilla, forma parte de esa comodidad. Lo que daba miedo era abrir la Caja de Pandora y ver cómo una de las sociedades con un sentimiento de civilización y alta cultura como la alemana, había participado activamente en el Holocausto.
Hoy deberíamos reactualizar a Arendt: el mal no es solo banal, sino también mediocre. Lo banal, en el fondo, implica un punto de autoexculpación en el sentido de hacerte el tonto; no considerar, moralmente, lo que sabes que está ocurriendo. Introduzcamos el punto de mediocridad: el saber lo que está ocurriendo, autoconvencerte a ti mismo de que no puedes hacer nada y, por extensión, la sociedad tampoco, escondiendo en el fondo los naturales sentimientos humanos de miedo mezclado con egoísmo. ¿Por qué miedo y egoísmo? Porque la mediocridad es cómoda: aspiras a una vida de clase media, y no te mojas en lo que está ocurriendo. Eso es “política” ‒y esto es un festival de música, ¿no? Como si la política ‒contando en ella el asesinato masivo‒ fuese algo entre irrelevante y optativo.
Yo creo que el mal es mediocre por cuanto buscamos excusas ontológicas ‒“Es que es triste pero el ser humano es malo” (lo cual te exonera de hacer cualquier cosa porque parece que estamos determinados a la maldad)‒, o de posibilidades ‒“¿Y qué voy a hacer yo, si nadie hace nada? Mejor no meterme que no me marquen”. La vida moderna, europea, y perdonadme el pesimismo, ¿no se ha basado en el fondo en mirar siempre para otro lado cuando nuestros intereses económicos o geopolíticos han derivado en “aceptar” gobiernos autoritarios, masacres, y otros tantos? Y todavía, anteriormente, se podía esgrimir que la sociedad era mucho más violenta, racista, antisemita, menos informada, analfabeta, etc. ¿Pero hoy, que tenemos toda la información del mundo? ¿Que se supone que nos hemos criado en un sistema de valores liberales y democráticos? ¿Que tenemos una Unión que defiende la política a través de la paz y la diplomacia? ¿Cuál es la excusa? Simplemente, que nos conviene mirar para otro lado para no trastocar nuestro modo de vida. No hay excusas históricas ‒¡Qué bien le vienen a Alemania!‒ que valgan: va todo de intereses.
Teniendo esto claro, desde luego Europa para mí ha sido herida de muerte en el relato del mundo liberal y democrático, de diplomacia, de resolución de conflictos a través de la paz. Lo tendrán muy difícil para justificar una inacción tan brutal después de los grandilocuentes discursos denunciando el actuar invasor de otros países. La única diferencia es que aquellos no eran de nuestro bloque geopolítico.
Me da miedo pensar que, al final, los malos éramos nosotros.