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Francofacts

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¿Volver a ese pasado? Me parece que es el refugio de la añoranza por un tiempo que jamás existió, para no pararse a pensar y hacer frente verdaderamente a los problemas actuales con la vista puesta en un futuro mejor, más humano e igualitario, y no un pasado peor, represivo y autoritario

Por Carlos Cárdenas Blesa
viernes 21 de noviembre de 2025, 19:27h
Aunque llego un poco tarde, vengo a dar un poco el follón en la celebración de los cincuenta años que se cumplieron ayer desde la muerte de Franco. Según las encuestas, todavía hay mucha gente que añora al dictador, aunque “añorar” tal vez no es la palabra más precisa, porque también indican que, de hecho, cada vez es más el número de “nostálgicos” que no vivió el franquismo, no solo los que eran muy pequeños o nacieron cuando él ya murió, y ahora tendrán sobre los cincuenta, sino incluso chavales que han nacido en el siglo XXI.

Hay una idea general, tal vez tranquilizadora, de que los nostálgicos de la dictadura son los pocos que aparecen en actos radicales, neofascistas, con la bandera del pollo, o en una misa en honor a Franco y José Antonio, o los que acosan a partidos políticos, o los pocos que se congregaron en la tumba trasladada del dictador. Son un esperpento radical digno del mejor cine berlanguiano: ayer, sin ir más lejos, unas activistas de Femen que protestaron a la salida de la misa (con cánticos franquistas) que se organizó al dictador por parte de su fundación (para cuya ilegalización el gobierno ha abierto un procedimiento) sufrieron una agresión sexual por un hombre que, bandera del pollo en mano y puro en la boca, les tocó las tetas.

Creo que cualquier persona con mínimo criterio sabrá detectar lo bochornoso del espectáculo. No es plato de buen gusto para la izquierda, pero tampoco para una derecha que no ha sabido desembarazarse de ese pasado que ahora está volviendo para comerles el terreno: de aquellos polvos estos lodos.

Pero estos grupúsculos radicales, al menos hasta ahora, siempre los han constituido minorías, muy ruidosas, pero minorías al fin y al cabo. Por eso quiero centrarme en otra cosa: esos discursos que sí calan todavía en gran parte de la sociedad, y parece que cada vez más, en las personas que no vivieron el franquismo, sobre todo los más jóvenes. Me refiero a lo que podríamos catalogar como franquismo banal o feliz: mensajes muy simplificados, erróneos o descontextualizados, de que el franquismo supuso mucha riqueza para España, derechos para los trabajadores y paz social. Y es normal que en una época en que los jóvenes no podemos comprar y casi que ni alquilar una casa, y con dificultad asumir todos los gastos disparados (y disparatados) de simplemente vivir, alguien pueda sentirse atraído cuando le dicen que en época de Franco te daban vivienda social, que inventó la seguridad social, que inventó las vacaciones, que inventó las tres comidas al día, que inventó la industria y que inventó la clase media. Lo curioso es que lo repita cada día más gente que no lo vivió.

Los datos objetivos son tozudos para algunos discursos. El problema que tenemos es que la historia es muy compleja y hace falta tiempo para explicarla. Hay donde leer, a pesar de todo. En resumidas cuentas, no, lo de Franco no fue ningún milagro: fue la mayor caída económica del siglo XX español, producida por la guerra civil (a la vez provocada por los generales golpistas, entre ellos Franco) y agravada por el control estatal de la economía (la autarquía) y el aislamiento internacional de la dictadura, porque había sido muy colega de los nazis y los fascistas italianos. Hasta alrededor de mediados de los cincuenta, España no recupera los niveles de riqueza previos a la guerra. La etapa de desarrollo económico se inició a partir de mediados de los cincuenta y en especial a partir de finales, es decir, los últimos quince años, si contamos hasta el 75, de una dictadura que duró 39 años. Y fue precisamente cuando, dada la Guerra Fría, a los Estados Unidos les interesó contar con España como avanzadilla ante la Unión Soviética y entonces el régimen, aun dictatorial, pudo acceder a la colaboración occidental. La industrialización se produjo especialmente a partir de este período y sobre todo en los lugares donde históricamente ya había existido; además, como no tuvo tampoco capacidad de condensar toda la mano de obra rural del país, millones tuvieron que emigrar a Europa. Al ser tan tardía, no pasó demasiado tiempo hasta que la crisis del petróleo de los setenta afectó a España y se hicieron muchas reconversiones industriales. Por otro lado, como las ciudades no tenían capacidad para asumir la llegada de tanta gente, se produjo una importante ocupación de infraviviendas, muchas de ellas chabolas, a las que se hubo de hacer frente con viviendas muchas veces de muy mala calidad. Todo ello se hizo rodeado de una corrupción palpable y rastreable. El progreso franquista, supongo.

Podemos seguir: el despegue económico (como vemos bastante reducido en el tiempo) de España se enmarca en los mejores años de crecimiento que vivió el capitalismo en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y hasta la crisis de los setenta. España no fue un caso único de un crecimiento que existió en todo Occidente. Y tampoco fue un caso único en la reconversión industrial de los setenta, como tampoco lo fue en la crisis del ladrillo de los dos mil, y ni mucho menos en el período inflacionario actual.

Pero es que, incluso si asumiésemos que Franco convirtió a España en una superpotencia económica, ¿sería entonces justo su régimen? ¿Olvidaríamos toda la represión, asesinatos, campos de concentración, exilio? Suelo pensar que cuando algo parece anómalo respecto a España lo mejor es mirar a Europa: ¿Se podría aplaudir tan alegremente en la calle o en redes sociales sin ningún rubor que Hitler hizo que Alemania pasase de un país en crisis económica, política y social a una superpotencia industrial? Bueno, pues eso.

Franco tampoco inventó la seguridad social: evidentemente existía legislación sanitaria y de trabajo desde antes, pero su universalidad, tal y como la conocemos actualmente, se completa con el gobierno del PSOE en los ochenta. Sí, en el franquismo también hubo mucha represión contra los trabajadores. Y, tal vez, este es el punto, el desajuste temporal: ¿Por qué gente que no vivió el franquismo, que verdaderamente se crió en democracia y ha vivido tanto sus años de despunte como de decadencia, acaba por creerse o por añorar algo que no ha vivido simplemente porque parece adaptarse más al relato que se ha formado en la cabeza? Yo, con 28 años y jodido en muchas cosas, sé que lo que hubo antes no fue mejor, ni muchísimo menos, lo cual no significa que me tenga que contentar, ni yo ni nadie, con todas las desigualdades que existen a día de hoy. ¿Pero volver a ese pasado? Me parece que es el refugio de la añoranza por un tiempo que jamás existió, para no pararse a pensar y hacer frente verdaderamente a los problemas actuales con la vista puesta en un futuro mejor, más humano e igualitario, y no un pasado peor, represivo y autoritario.

El título del artículo, Francofacts, es un libro que ha salido recientemente, en el que el historiador Fernando Hernández Sánchez desmonta algunos de los bulos más sonados que blanquean el franquismo que corren a día de hoy. Lo acompañan ilustraciones del dibujante murciano Pedro Vera, cuyos personajes de factura grotesca ilustran muy bien lo que fue una época, en fin, como mínimo igual de grotesca. Recomiendo mucho su lectura

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