El timo de la estampita

El timo de la estampita es uno de esos timos clásicos que solo se le pueden hacer a un sinvergüenza que se crea más listo que el que tiene delante y pretenda aprovecharse de esa superioridad. En la clásica película de Tony Leblanc, el pobre meningítico que regalaba billetes de mil al que le diera pesetas. Seguro que se acuerdan, y si son demasiado jóvenes para recordarla, búsquenla y véanla. Cine español de ese que merece la pena.

Típicamente, el que es timado por un timo de estas características no acude a la policía. ¿Qué va a decir? ¿Qué ha intentado engañar a uno que él creía que era tonto y este le ha engañado a él porque no era tal?. Pero eso es lo que hace la gente normal. Nuestro nunca suficientemente ponderado diputado Diego Conesa no es alguien que se sienta sujeto por la más mínima vergüenza y así, va desde el viernes quejándose a quien le quiera escuchar de que aquellos a los que pretendía obligar a traicionar al gobierno regional le han traicionado a él y “Son unos traidores”.

Todos en este contubernio se creían los más listos del corral. El señor Conesa. La señora ingeniera. Redondo. Cuadrado. Sánchez. Arrimadas. Todos listísimos, todos jugando a tres, cuatro o cinco bandas y creyendo aprovecharse del pobre tonto que no deja de ser el murciano de a pie.

Lo que tienen este tipo de timos es que resulta muy difícil empatizar con las víctimas. Al fin y al cabo, si no hubieran intentado hacer algo censurable, no se les habría quedado esa cara de tontos.