Hace unos años Stephen King escribió un libro titulado Apocalipsis, en el que un virus
más potente que el de la gripe estaba siendo creado en un laboratorio oculto. Tras una cadena
de infortunios salió de allí e infectó al 99% de la población mundial… ¿Os recuerda a algo?
Muchas voces hablan de que este que estamos pasando en nuestros días también se creó en un laboratorio, y que se dejó escapar para crear un caos a nivel mundial, tanto en lo económico como en lo humano. Podría ser una más de las famosas “teorías de la conspiración” que hacen tambalear y caer a países de los llamados poderosos, esos que siempre han estado en guerras de las que podían sacar tajada y que ahora, en estos tiempos, se dedican a otros tipos de luchas sin armas pero que siguen costando vidas. Ahora tienen miedo a los otros que no tienen ese poder armamentístico pero han desarrollado otro más poderoso y peligroso en estos días: el tecnológico. La otra parte, más científica, nos contó al principio que el primer brote se encontró en un mercado de la ciudad de Wuhan (China), por la ingesta de unos animales que los occidentales no nos atreveríamos a meternos en la boca pero que se los comen como aquí los paparajotes.
Día tras día se cuentan por miles las víctimas que no han podido ser despedidas de la manera que se merecen y por millones los infectados que pueden seguir su misma suerte.
También a diario van saliendo mas noticias sobre una posible “segunda ola” (se llamará también así porque nos ha pillado en pleno verano, digo yo) que hará colapsar de nuevo los hospitales y la mente y las fuerzas de nuestros maltrechos sanitarios, esos que después de hacer lo imposible al principio del brote ahora se encuentran muchos sin trabajo y miles de ellos también infectados en sus casas. Una segunda ola que se está produciendo por diversos factores que pienso que van en nuestro adn: la fiesta, la irresponsabilidad, el “a mí no me va a pasar” y la negación de la evidencia para evitar problemas laborales pero que flaco favor hace al resto de compañeros que guardan las medidas de seguridad. Del factor político no creo que tenga que hablar mucho porque todos los días estamos viendo en televisión lo que hacen y deshacen y las ganas que tienen de irse de vacaciones.
De verdad, todo esto parece una pesadilla salida de la mente del escritor nacido en Maine, y si alguna vez había pensado en hacer una continuación ni se podía imaginar que le iban a chafar la idea. Hoy es 1 de agosto de 2020 y hemos perdido ya muchos meses de besos, de abrazos, de poder sentir cerca a las personas que nos han dado la vida, de no tener la ilusión de planear lo que vamos a hacer pasado mañana porque el hoy es incierto, meses de ver que todo lo que para nosotros era normal (salir a comer fuera, comprar, ir al parque para que los niños “se desfogaran”, ir a la playa en verano) ha desaparecido para mucho tiempo de nuestras vidas. ¿Esa es la “nueva normalidad” de la que hablan? ¿Qué normalidad si nada va a volver a ser normal?