Una de las cosas que digo siempre es que debemos entender las despedidas como una parte más de la vida, todo comienza y todo acaba, incluso nuestra presencia aquí en este mundo, aunque eso no quiere decir que debamos normalizarlo completamente como una cosa más, dado que nos volveríamos insensibles. No obstante, hay despedidas que resultan increíblemente difíciles y que a uno le hacen replantearse muchas cosas, en ese momento es en el que te das cuenta de que se ha ido de tu vida una persona importante, y no porque tenga títulos u honores, sino porque te marcó como persona.
Esta semana toda Totana y toda la Región despedíamos a Juan José Cánovas, a quien yo personalmente seguiré llamando “mi alcalde” porque siempre lo he hecho y no voy a dejar de hacerlo ahora. Una persona que, se puede decir sin temor a equivocarse, que no solo me marcó a mí, sino a muchísimos de sus vecinos, compañeros y rivales políticos y a cualquiera que lo conociese.
Y esto dicho hoy no es cosa menor, mientras que todo el mundo busca barrer para casa y vive enzarzado en una lucha de rencores constantes, Juan José me enseñó lo que era respetar, entenderse y trazar puentes para alcanzar el futuro que ansiamos.
Esto, que aquí queda muy bonito, esta trayectoria de años no es, ni por asomo un camino de flores. Me queda a mí todo el recorrido por delante y qué queréis que os diga, pinta feo, pero con la de obstáculos que han conseguido vencer personas como Juan José lo último que puedo hacer es rendirme. Son muchas jornadas de lucha, y demasiadas ocasiones de poner la otra mejilla, en el fondo entiendo que meterse en política no sea algo atractivo a primera vista para la mayoría, pero por el simple hecho de conocer a personas así merece la pena. Juan José siempre estaba ahí, para lo que necesitases, como vecino, como compañero, como amigo, todavía recuerdo como cuando nos querían quitar el cercanías, este mismo verano, y a pesar del calor y del mes que era se lanzó a la calle a reivindicar lo que era de sus vecinos, a luchar por lo que le parecía justo, por el bien común.
No es sencillo ser siempre fiel a tus convicciones, porque eso te lleva a situaciones difíciles que solo sufren o sufrimos los idealistas. Juanjo, no me voy a olvidar nunca de todo lo que supiste enseñarme, todavía guardo el recuerdo de la última reunión allí en tu despacho, siempre luchando y escuchando a quienes venían a hablar contigo, y gracias por tanto amigo.