Esta semana he dudado en escribir e incluso me he planteado dejar de hacerlo y dedicarme a otros menesteres quizá menos nocivos.
Desde la semana pasada, el Partido Popular artículo tras artículo, todo lo que se ha ido diciendo, es cuanto menos preocupante y es ahí donde se denota la calidad humana de quien los firma y el logotipo que representa.
Tal vez podamos estar en la política en lugares opuestos, pero tenemos muchas cosas que plantearnos y determinadas personas tienen que hacérselo mirar. Me refiero a las faltas de respeto y las formas de acoso y derribo.
Ya le digo yo que un político puede gustar o no, sus decisiones, sus actos o sus cargos, pero permítame usted que ponga sobre la mesa un tema que llevo tiempo observando: “La patente de corso”. Sí, como lee.
El martes pasado, desde el estupor, contemplé atónita cómo la maquinaria del Partido Popular se puso en marcha, se frotó las manos y disparó a todo lo que pudo y más.
Y a mí me vino a la cabeza las familias que hay detrás de todo político.
Y usted podrá decirme: "Va en el sueldo".
Pues ya le digo yo que no.
No puedo imaginar, como madre, esposa, hija o familia lo que han tenido que pasar y soportar estos días, simplemente por ejercer, desde su libertad y como político, su derecho a tomar decisiones.
Usted me dirá: "¿Por qué patente de corso?".
Simple. La patente de corso era un documento por el cual el propietario de un navío tenía la autorización para atacar barcos, poblaciones, personas, naciones enemigas y destruirlas para conquistar su territorio.
Esta semana pasada se puso en marcha y me temo que, por lo que sigo leyendo continuarán en ello.
Y yo me pregunto... ¿Hasta cuándo? ¿Dónde está el límite?
Post data: Señoras y señores del Partido Popular, como personas nos debemos respeto y más aún a las familias que no están en esto de la política, RESPETO, aunque parece que ustedes lo han olvidado.