El cine siempre me ha fascinado, si no soy un gran cinéfilo o si no he visto muchas películas que los más entendidos clasifican como imprescindibles ha sido porque desde hace años mi día a día es un no parar, que si estudios, que si trabajo, que si deporte, que si visitar a mi abuela, que si investigar, en fin, lo que tiene vivir, eso sí, siempre me ha gustado escaparme al cine con mis amigos, eso no me lo quita nadie (de vez en cuando claro).
Los impuestos sobre la cultura siempre han sido un tema escabroso en nuestro país, yo mismo era de los que se escandalizaban de que, por ver una película, se incrementase el precio en un 21% como sucedía (en el pasado) con el IVA. Esto fue así hasta 2018, momento en el que el gobierno de M. Rajoy decidió rebajar el Impuesto sobre el Valor Añadido hasta solamente el 10%, decisión que me atreví a aplaudir… perdónalos señor porque no saben lo que hacen.
Lo cierto es que esta bajada, como se demostró unos meses más tarde, en lo que menos repercutió fue en los consumidores como yo, que seguimos pagando hasta el día de hoy la friolera de 7 pavos por ver una película en una sala casi vacía (luego en la fiesta del cine ponen las entradas a 3 euros y se llenan las salas, por algo será). Y es que resulta que las empresas, el sector privado, acabó por decir que no querían bajar los precios, sino tener mayores beneficios, y en lugar de bajar el precio acorde a los impuestos que se ahorrarían los consumidores (recordemos siempre que el IVA lo paga el que compra, no el que vende) subieron los precios para quedarse ellos ahora con esa diferencia.
Como diría el mismo Rodrigo Rato: Es el mercado amigo.
Hasta cierto punto puede pasar con este tema, en esa espiral de austeridad y retroceso de derechos y libertades el acatar no ir al cine, pero el que nos estén mareando las eléctricas con algo tan fundamental como la luz y encima les sigamos el juego me parece de juzgado de guardia.
Y es que esta semana nos levantábamos que, hasta el final del año, el IVA en la luz bajaría del 21 al 10%. Y parece que nadie se ha atrevido, ni desde dentro del gobierno ni desde fuera a levantar la voz. Eso sí, hay varios voceros de derechas que reclamaban justo esto hace unas semanas y que ahora tendrán que tragarse sus palabras.
El bajar los impuestos a este servicio no es sino una medida no ya de derechas, que podría ser, sino ultraliberal. Si ya el mercado de la luz en nuestro país funciona a base de enchufismos y sobornos, donde no hay una empresa eléctrica pública ni precio máximo establecido para el kW hora, ahora ya es sencillamente un chiste.
Debemos entender que los impuestos no son dinero desperdiciado, o que se tira a la basura. Los impuestos son el dinero que aportamos como ciudadanos para sufragar
hospitales, escuelas, policía, infraestructura pública, servicios, y así un largo etcétera de ventajas que nos diferencian de sociedades como la estadounidense, donde si tienes una enfermedad pero no dinero te mueres en la puerta de un hospital.
Llegados a este punto hay que comprender que un partido como PSOE, que al igual que el PP está completamente pillado por las eléctricas (Aznar y González lo saben bien), jamás dará un paso a favor de las masas trabajadoras de este país que, si ya teníamos que planchar de noche, ahora tendremos que ver mermada la capacidad del estado para responder a nuestras necesidades.
En fin, feliz semana, o lo que surja.