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10 años ya del 15M
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10 años ya del 15M

Hoy uno mira atrás y, probablemente porque en el 15M éramos todos más jóvenes y románticos, se le pone a uno el alma juanmanueliana

sábado 15 de mayo de 2021, 21:53h
10 años ya del 15M. Resulta curioso como, simultáneamente, parece que hace poco que fue y que las cosas han pasado muy rápido desde entonces, que ha dado tiempo a que ocurran muchas.

Yo aprendí entonces muchas cosas que quizá debería haber sabido antes. Había frecuentado foros en los que se preparó, incluso había participado en debates de los que salieron consensos sobre lo que se iba a pedir, sobre hacia donde se necesitaba canalizar la indignación que sentíamos todos, o por lo menos muchos. 15M, sí, el movimiento de los indignados, algo transversal a las nociones de izquierda o derecha, un movimiento en pro de las reglas que debían seguir todos los partidos, de vivir en un mundo ordenado, en el que hubiera separación de poderes, listas abiertas y circunscripción única, que todos los votos valieran lo mismo y que no estuviésemos permanentemente secuestrados por minorías concentradas geográficamente, el final de los aforamientos, que los políticos en ejercicio debieran renunciar a sus cargos en el caso en el que llegaran a estar imputados, la necesidad de que los ciudadanos pudieran ejercer su derecho a la información sobre las cuentas y acciones públicas, el derecho a la transparencia de las administraciones. ¿Quién podía estar en contra de aquello?

La primera cosa que aprendí es que el asamblearismo se entrena. Que juntar gente bienintencionada con ideas difusas unida por un sentimiento (en este caso, por la indignación que nos embargaba a todos por la deriva de España en aquel gobierno agonizante de Zapatero) es entregar mucho poder a la gente que está entrenada para la gestión de asambleas. Que el poder lo tiene el tipo que, oh casualidad, lleva un megáfono y parece “que sabe lo que hay que hacer”, que da igual lo que se hable, lo que importa es lo que se escribe en el acta y lo que se hace llegar a los medios. Que los carteles bien hechos, los carteles de imprenta, los hacen los que tienen medios para hacerlos, los que consideran que pueden sacar algún tipo de provecho por invertir en ellos. Aprendí que los que tienen que trabajar no pueden permitirse pasar una semana de acampada discutiendo, que si juntas mucha gente viviendo en un sitio con deficientes medidas higiénicas aparecerá la sarna (nunca vendí tanta permetrina al 5% como entonces) y que no me vuelven a pillar en una manifestación que no pida algo concreto y tangible.

Hoy uno mira atrás y, probablemente porque en el 15M éramos todos más jóvenes y románticos, se le pone a uno el alma juanmanueliana.
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