Estos últimos meses hemos tenido que soportar las continuas críticas (nada constructivas) y bulos que se han lanzado desde altavoces a nivel nacional y a pie de calle contra las vacunas. Después del título de epidemiólogo se han repartido por la calle en España títulos de investigadores de laboratorio para opinar con un autoridad asombrosa que la vacuna contra la COVID, esa enfermedad que, les recuerdo ha arruinado a medio plantea, es algo nocivo y debemos desconfiar de ella. Eso sí, la fuente de esa información suele ser Cuarto Milenio o el dueño de la UCAM, el señor Mendoza, quien no plantea, sino que afirma, que nos quieren controlar con un microchip, o como diría él, con un chis.
Toda esta broma está muy bien hasta que te das cuenta de que no es una broma, que realmente hay personas capaces no solo de poner su vida en riesgo, sino de también influenciar a otros para que la arriesguen. Se habrán saltado alguna lección de historia que se puede repasar fácilmente.
La vacuna como tal surge con Pasteur en el siglo XIX, no obstante ya a finales del siglo XVIII nos encontramos con lo que sería la primera vacunación moderna, realizada por Edward Jenner. En aquella época la viruela bovina asolaba Inglaterra (y el resto de Europa), hasta un 20% de la población moría por esta enfermedad, pero varios médicos, entre ellos Jenner, se dieron cuenta de que la exposición a esta enfermedad por parte de los granjeros les había mucho más resistentes ante la infección, descendía la mortalidad y atenuaba los síntomas, vemos aquí los primeros indicios de lo que hoy en día llamamos inmunidad. De una forma nada ortodoxa Jenner inoculó James Phipps, un niño de ocho años, con el pus de las ampollas de las manos de una lechera infectada de viruela, con ello se consiguió inocular la enfermedad en el joven, que, aunque tuvo algunos síntomas graves, consiguió volverse inmune a la enfermedad. Con este hecho se asentaba uno de los primeros pasos de una disciplina conocida hoy día en la medicina como inmunología. El nombre “vacuna” hace homenaje a esas vacas, con las que estaba estrechamente relacionada la viruela.
Hoy en día tenemos esta, y toda la información científica a nuestro alcance, ya no hace falta inocular al hijo del jardinero para probar si funciona o no, la vacuna. Por otra parte tenemos todo el conocimiento histórico disponible para saber que son las vacunas las que han erradicado todas las grandes epidemias de la historia, alcanzando con ellas mayores esperanzas de vida y sobre todo mayor calidad.
Pero esto no es algo que diga solo una facción política o una corriente ideológica, no no, de eso nada. Si echamos la vista atrás la vacunación contra la gripe ha sido emprendida por gobiernos de derechas e izquierdas, dado que es un hecho probado que ayuda a resistir contra esta enfermedad hoy día estacional. Pero es que incluso si nos remontamos a idearios y programas de grupos tan alejados ideológicamente del gobierno como VOX (Programa electoral 2019), podremos leer claramente como proponían una vacunación infantil gratuita y obligatoria.
Por todo ello animo a toda la sociedad española, especialmente a líderes políticos y personas influyentes a no desvariar y sembrar el miedo, que creo que ya hay demasiado, sino a asistir en primera línea a un momento de crecimiento y recuperación de nuestro país, que no todo puede ser estar anclados en posiciones inamovibles.
Toda esta situación de negacionismo con las vacunas me recuerda a no hace muchos días, cuando hablaba con mis estudiantes de ciencias de segundo de bachillerato, explicábamos el siglo XIX en España, y muchos dijeron “ya está, hasta aquí”, y me explicaban que ahora entendían el atraso político, tecnológico, social y cultural español. Vamos a la cola de Europa a niveles generales porque cuando el resto de Europa despertaba del sueño del absolutismo los españoles gritaban “¡Vivan las cadenas!”, y tal y como nos muestra Goya… El sueño de la razón produce monstruos.