Vivas a la Virgen de los Dolores para animar a los portapasos cuando la procesión llega a la Plaza Vieja. En ese momento, ya se ha tomado la decisión de suspender y buscar refugio en la Casa de Hermandad. Las primeras gotas que habían llegado tímidamente, comienzan a caer con más fuerza. Al tiempo que el ritmo de la lluvia aumenta, también lo hace el de la Banda de Cornetas y Tambores de los Negros. El trono ya avanza a paso ligero, sin casi pausas para descansar y recobrar el aliento.
La mayoría de los nazarenos, entre los que había numerosos niños con sus padres, ha abandonado el recorrido de la procesión para buscar refugio. En cambio, muchas manolas continúan al lado del trono, sin separarse de la Virgen, acompañándola a paso ligero mientras tratan de no mojarse.
Sin tiempo, los jefes de trono no dejan de dar indicacones en los cruces de las calles, animando a los portapasos y previniendo cualquier accidente o resbalón.
Entre el público, cada vez más paraguas abiertos. Y al hacer sonar la campana del trono para tomar un respiro ante la Iglesia de la Concepción, la noche se ilumina con un relámpago que levanta gritos de exclamación. Ya no hay más tiempo para descansar. Comienza a llover como si la tormenta estuviera sobre el trono. Por la Rambla Don Diego corre un pequeño reguero de agua. La Casa de Hermandad ya está cerca, pero a medida que se aproximan, llueve con más fuerza.
Por fin se ha podido poner el trono sobre las ruedas. Ahora sólo hay que empujar unos cuantos metros más, pero la lluvia es cada vez más intensa.
Sin casi energía, a los portapasos les queda un último esfuerzo: subir el trono por la rampa de entrada a la Casa de Hermandad. Se preparan y, mientras tanto llegan músicos de la Banda de Cornetas y Tambores huyendo de la lluvia.
Suena la campana del trono y se repiten los vivas a la Virgen de los Dolores que no ha dejado de oírse durante todo el recorrido. Sin embargo, cuando sólo queda un par de metros para poner el trono a resguardo, es difícil encontrar más fuerzas.
Los legionarios continúan tocando bajo la lluvia.
Más vivas a la Virgen y por fin el trono entra. Pero está inclinado hacia atrás, en una posición que no es segura. Hay que levantarlo una última vez. Los portapasos que pueden vuelven a sus puestos, suena la campana y gritan ¡al hombro! Varias manolas corren a ayudar.
Por fin el trono está seguro, llegan cada vez más cofrades a la Casa de Hermandad. Afuera, llueve y ya es más complicado cruzar el reguero que corre por la Rambla Don Diego sin empaparse los pies.
Esta Semana Santa, la procesión de Viernes de Dolores ha terminado cuando a penas acababa de empezar. Pero lo importante es que ha acabado bien, sin daños que lamentar y con muchas viviencias que recordar.