En nuestra sociedad, aún nos encontramos con situaciones en las que las personas con discapacidad son relegadas a un segundo plano, enfrentando dificultades para acceder a los servicios de atención adecuados. Un problema que destaca en este contexto es la lista de espera a la que se ven sometidas una vez cumplidos los 21 años, cuando son derivadas al IMAS (Instituto Murciano de Acción Social) en busca de un centro de día o residencia. Esta situación puede resultar aún más injusta si el estatus económico de la persona le permite acceder a centros privados, agravando las desigualdades en la atención pública.
Es fundamental entender que las personas con discapacidad tienen derecho a recibir una atención digna y especializada, garantizando su bienestar y promoviendo su inclusión en la sociedad. Sin embargo, el sistema actual falla en proporcionar los recursos necesarios para satisfacer estas necesidades básicas.
La inclusión de las personas con discapacidad es una responsabilidad compartida entre el Estado y la sociedad. Por ello, resulta inaceptable que se les relegue a listas de espera interminables, donde sus derechos y calidad de vida se ven afectados.
El IMAS, como entidad responsable de coordinar y ofrecer los servicios de atención a este colectivo, debe garantizar que las personas con discapacidad tengan acceso a centros de día o residencias de calidad, sin demoras innecesarias. La lista de espera prolongada constituye una forma de negligencia hacia estas personas, vulnerando sus derechos y perpetuando la discriminación.
La falta de plazas disponibles en los centros públicos no debe justificar la exclusión o la imposibilidad de acceder a los servicios. Es imprescindible invertir en recursos y ampliar la infraestructura, fomentando la creación de más espacios para atender a las personas con discapacidad. Además, es necesario mejorar los protocolos de ingreso, agilizando los trámites y reduciendo las esperas.
Resulta aún más injusto que la única alternativa sea recurrir a centros privados, dejando a las personas con discapacidad en una situación de desigualdad. Este modelo de atención debería ser una elección personal, no una consecuencia de la incapacidad del sistema público para proporcionar los servicios necesarios.
Conclusión
Es imperativo que la sociedad en su conjunto tome conciencia de la situación de las personas con discapacidad que se ven obligadas a esperar, sin saber cuándo podrán acceder a un centro de atención adecuado. Es necesario que las instituciones se comprometan a mejorar y agilizar los procesos de admisión, proporcionando una atención integral y de calidad.
La igualdad de oportunidades y la inclusión de las personas con discapacidad son valores fundamentales en una sociedad justa y solidaria. Es momento de poner fin a esta negligencia hacia nuestro colectivo, garantizando que todas las personas con discapacidad tengan acceso a los servicios que merecen, independientemente de su estatus económico. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más inclusiva y equitativa.
Los padres no tenemos nada que celebrar, sí reivindicar, hasta que veamos soluciones para cuando nosotros, no estemos para defender los derechos de nuestros hijos.