Manos Unidas calienta motores para la puesta en marcha de la campaña solidaria que este año tiene como lema ‘Frenar la desigualdad está en tus manos’. En Alhama de Murcia, la organización tiene este año asignado el proyecto de ayuda al reasentamiento de la comunidad de Piquiá de Baixo, en Brasil.
Por este motivo, la misionera María Gómez Lechón, de la compañía Hijas de la Caridad, ha participado este domingo en la homilía de la misa de las 19:00 horas en la parroquia de San Lázaro para explicar la labor que realiza en Mozambique desde el año 2003.
Ya en la escuela, María descubrió su vocación de servicio a los demás y en las misiones el medio para desarrollar esta vocación. Por ello, tras estudiar Farmacia en Valencia comenzó su labor misionera en Bolivia. Tras volver a España y estar unos años en Orihuela y Zaragoza solicitó ir a las misiones siendo destinada a Mozambique donde ha permanecido los últimos 20 años.
En esta entrevista concedida a Siete Días Alhama, Gómez Lechón explica que la llegada al país africano fue dura. En medio de una epidemia de SIDA muy importante y sin acceso a tratamientos que, en el llamado Primer Mundo, sí existían tuvieron que atender a un número importante de pacientes.
Durante estos 20 años en Mozambique, los misioneros han desarrollado diferentes proyectos, especialmente dedicados a construir las bases para elevar las condiciones de vida de sus habitantes.
El concepto de extrema pobreza que tenemos en el Primer Mundo dista mucho de la realidad que se vive en estos países. Gómez Lechón comenta que uno de los retos más importantes ha sido concienciar a la población en materia sanitaria, higiénica y educativa. No obstante, la población local recibe de buen agradao a los misioneros "porque saben que vamos a ayudar". Es más, una de las labores principales es hacer partícipe a la población local de los avances y proyectos que se desarrollan.
La misionera, natural de Valencia, explica que las condiciones de vida son muy difíciles. La vida en Mozambique depende mucho de la agricultura que dista mucho de la variedad de cultivos que tenemos, por ejemplo, en la Región de Murcia. La inexistencia de un tejido industrial y empresarial, lleva consigo una escasez de recursos muy importante que impide que el dinero circule.
Los avances que hoy goza la llamada 'huerta murciana' no existen allí, por lo que el éxito de las cosechas cae directamente en la climatología. Si llueve mucho, la cosecha se malogra igual que si llueve poco. Y la variedad no es muy extensa: maíz, mandioca y calabaza.
Una base alimentaria un tanto precaria que repercute en las condiciones sanitarias y malnutrición de los habitantes.
La epidemia de cólera, explica Gómez Lechón, ha sido uno de los momentos más dolorosos para los misioneros que allí trabajan. La falta de infraestructuras para poder dar un tratamiento al agua, por ejemplo, propicia la proliferación de enfermedades en la población.
Igualmente, la climatología afecta a las viviendas. Los materiales de construcción son rudimentarios, barro (matope) y paja, que quedan a expensas de las inclemencias del tiempo, teniendo que reparar o reconstruir en el peor de los casos. Es por ello que la vida allí es una lucha constante desde lo más básico.
En esas condiciones, es dificultoso concienciar a la población de la importancia de la educación, pues allí apenas hay conciencia del valor que tiene. Pero gracias a la labor de los misioneros, la población local participa activamente y hace suyos los proyectos y avances que se van logrando.
Para esta misionera la implicación de la población local y cómo participan de los avances de cada proyecto que se hace es una de las mayores satisfacciones. A veces no hay que pensar que son grandes proyectos, de grandes construcciones o infraestructuras costosas. En la mayoría de los casos, son proyectos, financiados gracias a la solidaridad y las campañas de Manos Unidas, para construir unos aseos en la escuela o comprar nuevos pupitres.
La otra cara de la moneda, que más entristece a Gómez Lechón, es ver cómo problemas que tienen una simple solución no se pueden llevar a cabo y que las desigualdades cada vez son mayores. Explica que, ciertamente, en este mundo globalizado en muchos lugares del mundo lo que hace es profundizar aún más en esa desigualdad.
Sin embargo, no es motivo para caer en el derrotismo. En su intervención en la iglesia de San Lázaro, Gómez Lechón ha hecho hincapié en que cada aportación es valiosa. No se trata de resolver los grandes problemas del mundo, pero sí poner un granito de arena para que el mundo sea un lugar mejor.
No porque sea un problema en países lejanos, es menos problema para nosotros.