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Pinchazos en discotecas, misoginia en el siglo XXI

Pinchazos en discotecas, misoginia en el siglo XXI

Siempre he recordado cómo en mi familia no nos decían 'cuidado con la copa', porque tanto mi hermano como yo somos hombres, pero sí recuerdo cómo nos enseñaron el respeto a los demás y la empatía como cosas básicas

Por Antonio García Martínez

Siempre es difícil hablar de un tema cuando es muy delicado o cuando afecta directamente a personas o aspectos de tu día a día, y en este caso se dan ambos requisitos, por lo que allá vamos…

Desde principios de julio hemos visto en televisión como se daba la luz de alarma de algo que yo, por dedicarme al ocio nocturno, ya sabía que pasaba desde hace unos años en Reino Unido o Francia, pero quería ser optimista y pensar que aquello no llegaría aquí, me equivoqué.

Siempre he recordado cómo en mi familia no nos decían 'cuidado con la copa', porque tanto mi hermano como yo somos hombres, pero sí recuerdo cómo nos enseñaron el respeto a los demás y la empatía como cosas básicas. Teniendo en cuenta que los sinvergüenzas que están detrás de todo esto no tienen, sigamos analizando la situación.

Al tratarse de un tema tan complejo he querido documentarme bien, y es que las cifras son verdaderamente escalofriantes, con decenas de casos denunciados en salas de fiestas nocturnas y festivales, tan solo desde hace un mes. Eso sí, en la mayoría de ocasiones no se encuentra ninguna sustancia, bien porque se haya eliminado del cuerpo con gran velocidad o bien porque no se les ha llegado a inyectar nada a las víctimas.

En este caso me han gustado las palabras de David Callejo, médico anestesista, quien aclaraba que además de doloroso, el pinchazo para inocular estas sustancias debía ser profundo y no tendría un efecto inmediato. Por lo tanto una chica pinchada tendría tiempo suficiente para reaccionar y buscar ayuda. De nuevo tenemos que conformarnos con una vigilancia activa en lugar de poder decir que todas y todos salimos de fiesta sin preocupaciones, pero algo es algo.

Entonces todo el mundo se plantea, ¿Qué ventaja tiene este método para los malnacidos que se dedican a esto? Esta pregunta no está solo en boca de la opinión pública, sino que muchos agentes de la ley también se lo plantean. Tal es el caso de Josu Bujanda, jefe de la Ertzaintza, quien no ve más intencionalidad en esta práctica que la de asustar.

Y, desde mi punto de vista, ahí es donde está la clave, en el miedo.

¿Cuántas mujeres son perseguidas, silvadas, intimidadas, acosadas por la calle? Si le preguntamos a nuestras amigas, hermanas, madre, primas… no habrá ninguna que no pueda relatar al menos una experiencia así. Pero muchos de estos actos no terminan con una agresión, sino que terminan en risas (para el hombre/hombres claro). ¿Cuál es la finalidad entonces? Aprovecharse de una posición de seguridad y hacer pasar a una chica que ha salido de fiesta un mal rato y que se sienta insegura.

Tal y como yo lo veo la verdadera preocupación de todo este tema está en las enfermedades que pueden pegarte al pincharte con lo que seguramente sea un alfiler o una chincheta, con el único objetivo de acosar y aterrorizar a las mujeres, que nunca han estado tan tranquilas al salir de fiesta como los hombres, y con todo esto un poco menos si cabe.

Destacar las palabras de Laia Serra, letrada penalista y activista, que apuesta por desterrar mitos (como este o el de la burundanga) y atacar directamente cualquier tipo de agresión o situación de aprovechamiento, y es que ya se trate de intimidación, droga o alcohol, ningún tipo de abuso tiene lugar en nuestra sociedad.

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