Semillas

El otro día, una persona que no tenía ningún compromiso conmigo me hizo un favor importante, una advertencia que me permitió solucionar algo que podría haber tenido importantes consecuencias en mi vida. Lo hizo gratuitamente, simplemente porque era lo que sentía que debía hacer. Evidentemente, si antes tenía mi simpatía, ahora tiene mi completo agradecimiento, pero fue un acontecimiento que me dejó #rumiando sobre como las personas se muestran siempre en lo poco, en aquello que ocurre cuando se sienten fuera del ojo público, en lo que compete a las personas que tienen relaciones de subordinación con ellos.

Es un camino trillado, obviamente. Hasta en la Biblia encuentra uno eso de que el que es fiel en lo poco lo será también en lo mucho, pero como la Biblia se lee cada vez menos, nunca está de más recordarlo. Si quieres conocer a alguien, mira como trata a sus empleados y subordinados en la cotidianidad, no lo que manifieste sobre ellos cuando sea preguntado o crea que le miren personas de su interés.

A mi generación se le enseñó la historia como un conjunto de procesos, huyendo de figuras y personalismos. Una reacción pendular, por supuesto, contra la enseñanza que habían tenido generaciones anteriores, quizá demasiado centrada en personas y fechas. No deja de ser verdad que los personajes son hijos de su tiempo, pero la forma en la que nos enseñaron la historia a nosotros hace que tendamos a infravalorar la importancia de las decisiones y la calidad individual en el devenir de todos. Una persona, en el lugar y el momento oportuno, puede suponer una diferencia para mal o para bien, aunque nos vendan otra cosa, no, las personas no son intercambiables.

Mi brindis por esas personas que pasan por la vida sembrando sin mirar donde cae el grano, sin darse importancia, sin amargarse por la semilla que cae en el camino o entre las piedras y alegrándose sinceramente por la que brota en la tierra fértil. La tierra sería inhabitable sin ellas.