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Cría cuervos
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Cría cuervos

Es por ello que deberíamos replantearnos cuáles son los valores que inculcamos cuando educamos, de nada sirven el amor, la constancia o la firmeza si no se acompaña del razonamiento, de la repercusión que tienen nuestros actos y sobre todo del pensamiento colectivo (frenar el virus, salvar vidas), más allá del beneficio propio
(pasarlo bien con los colegas una noche)

Por Antonio García Martínez
miércoles 17 de febrero de 2021, 21:27h

Durante muchos meses me he negado a señalar a la juventud, a los menores de 30 años (grupo al que pertenezco), como principales infractores de las normas y con ello difusores de la COVID 19, no obstante, ha quedado patente que los “super contagiadores”, son casi tan jóvenes como asintomáticos. Por si fuese poco con el virus original ahora mismo están llegando las nuevas cepas, y como si no fuese con nosotros nos echamos a la calle cuando todavía no ha llegado a relajarse la presión hospitalaria.


Ayer mismo se me atragantaba el desayuno mientras que leía un par de titulares “Investigan un posible brote de cepa británica con 30 afectados tras una fiesta ilegal en Cieza” y “Sin miedo a la covid en Murcia: pillan a 10 adolescentes en una fiesta ilegal en una terraza de Santa Eulalia”, ¿cómo racionalizamos estas noticias? ¿Cómo conseguimos explicárnoslas a nosotros mismos? Desde que se inició la pandemia hemos visto como la edad media de los afectados (y con ello de los contagiadores) ha ido descendiendo progresivamente, hasta el punto en el que los jóvenes somos un grupo que se contagia mucho, pero no por ello paga realmente un precio alto, dado que en muchas ocasiones lo pasan de forma asintomática o sin grandes complicaciones.

Si dejamos a un lado los contagios en centros de estudios o lugares de trabajo, nos queda un importante porcentaje de contagios y rebrotes que tienen su nacimiento en las archiconocidas fiestas ilegales, concentraciones en domicilios principalmente en las que no se respetan normas como las del distanciamiento y mucho menos los números máximos de no convivientes. A pesar de ello todas las autoridades siguen afirmando que la culpa la tenemos la hostelería…

Y creo que es fundamental que nos planteemos quiénes son estos jóvenes, pongamos, por ejemplo, un o una adolescente que a día de hoy tiene 16 o 17 años, no podemos decir, lamentablemente, que los jóvenes de hoy en día no sabemos lo que es la pobreza o las vacas flacas, precisamente es esta generación, junto con sus padres, la que ha sido rescatada y protegida por los más ancianos, por nuestros mayores, especialmente desde la crisis del 2008 en adelante, momentos en los que en muchas casas, de Murcia y toda España, se ha comido gracias a la pequeña pensión que tenía la abuela o el abuelo, incluso ha llegado a ser su casa el refugio para todos los hijos y nietos.

Es por ello que deberíamos replantearnos cuáles son los valores que inculcamos cuando educamos, de nada sirven el amor, la constancia o la firmeza si no se acompaña del razonamiento, de la repercusión que tienen nuestros actos y sobre todo del pensamiento colectivo (frenar el virus, salvar vidas), más allá del beneficio propio (pasarlo bien con los colegas una noche).

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