Desde el corazón

Esta semana he dudado bastante sobre qué escribir y varios temas han rondado por mi cabeza ya que muchas cosas son la que me preocupan.

Pero hay algo que lleva días preocupándome en demasía. Podría argumentar esta preocupación con números y señalar a los responsables políticos, pero permítame usted argumentar desde el corazón.

Estamos viviendo momentos muy difíciles, económicos, sociales y sanitarios. Entre todo este desastre me duele ver las condiciones y el trato que le damos a nuestros mayores.

Residencias prácticamente abandonadas a su suerte, en condiciones deplorables y sin apenas medidas médico-sanitarias.

Ancianos deshidratados, con úlceras sin tapar. La comida se la dan muy rápido y si no pueden comer rápido se quedan sin comer. Es imposible que se les hagan a todos los mayores los cambios posturales y se les cambie el pañal.

Desgraciadamente hace tiempo perdí a mis abuelos, pero sus últimos años de vida, procuramos que estuvieran rodeados de cariño y felicidad.

Cuando llegó el momento de partir hicimos todo lo posible para que sus últimos momentos fueran de calidad, rodeados de sus seres queridos y arropados por todo el amor que pudimos darles.

Soy incapaz de imaginar qué nos lleva a tratar a nuestros mayores como si fueran despojos humanos, que no merecen unas condiciones mínimas. Para ellos, todo nuestro cariño y respeto.

Todos, como sociedad, de alguna forma somos responsables, por permitirlo, por no exigir a quién debe hacerlo, que dedique los recursos apropiados para que esto deje de ocurrir.

Señoras y señores políticos, las residencias no son un negocio; son espacios donde nuestros mayores pasan sus últimos años de vida.

Dejen de pensar con el bolsillo y empiecen a pensar con el corazón.

¡Amor, respeto y unos cuidados de calidad. No pido mucho más!