Alguna vez os he contado que mi abuela María siempre hacía tostones (palomitas) este día y es algo que siempre se ha quedado guardado en mi memoria y que repito cada año. Ella tenía mucho arte para hacerlas y yo, aunque intento copiar su técnica sin mucho éxito, tengo que deciros que las palomitas se terminan comiendo igual.
Esta pequeña tradición me parece una forma preciosa el compartir, alrededor de una mesa, en el sofá o en cualquier parte de la casa, un puñado de tostones y recordar a través de las anécdotas a los que ya no están. Y no, no es que no los recordemos durante el año, bien sabe Dios que si, pero estas anécdotas que contamos siempre nos devuelven la sonrisa a la cara de ese tiempo que la vida nos permitió disfrutaros.
Os llevamos en el pensamiento todos los días. Os llevamos en el corazón en cada paso que seguimos dando todos los días.