El padrecito Putin vive en una cabaña en mitad del bosque sombrío. La cabaña se sustenta sobre dos monstruosas patas de gallina y vuelve su puerta hacia aquellos que conocen las palabras adecuadas. Su horripilante exterior se alumbra con velas que iluminan cráneos humanos. A su alrededor se apilan restos informes de los que hay que apartar rápidamente la mirada para evitar reconocer.
Su nariz es azul, una de sus piernas es de hueso, y cuando sonríe, pueden adivinarse sus crueles dientes de acero hechos para desgarrar la carne de los niños que se pierden en el bosque. A pesar de que come y come, su aspecto es huesudo, nunca engorda ni se ve harto. Sus sirvientes invisibles protegen su casa y a su servicio están los caballeros Blanco, Rojo y Negro, señores del día, el atardecer y la noche. .
Evidentemente esto no es la verdad sobre Vladimir Putin, aunque quizá es como podríamos explicar a un niño qué es lo que ocurre en Ucrania. Así es como el folckore ruso describe a la bruja Baba Yaga, y a pesar de que es una de las brujas que, en mi opinión, dan más miedo de toda la literatura popular, el Zar Negro, da mucho mas miedo que ella. Sus invisibles servidores están por todas partes, sus ejércitos y mercenarios son mucho más poderosos y tienen mucho más alcance que los caballeros, sus enemigos aparecen envenenados con sustancias radioactivas y si quisiera, no necesitaría hacer ningún hechizo para acabar con el mundo, sólo tendría que tocar un botón. Controla a sus súbditos no con hechizos, sino con la mentira y el secuestro de los medios de comunicación, con la amenaza y el terror. De su influjo huyen despavoridos los que pueden y nadie está seguro de sus intenciones ni hasta donde está dispuesto a sacrificar a los demás para obtener aquello que quiere.
Siempre que he vuelto sobre los cuentos eslavos de Afanasiev me he estremecido por lo descarnado de sus historias. Sin embargo, como decía Chesterton y deben creer los ucranianos, los cuentos de hadas no sirven para aprender que existen los dragones. Eso ya lo sabemos. Los cuentos de hadas sirven para aprender que los dragones se pueden vencer.