Por empezar por algún lado vámonos a Sierra Espuña; prometo no hablar de la RM-515, con no reventar el coche llegando al Berro y Gebas tenemos bastante −por cierto, tema de pleno del Ayuntamiento que calentó mucho el ambiente−. Arribamos al Berro, aunque el cartel de información que vio mejores épocas de la calle Mayor parece que era de Gebas −tiene el nombre quitado−; desconozco el motivo por el que se cambió. Hay vecinos en la casa de cultura que hacía también de centro de salud; ahora no tienen médico, pero al menos hay wifi. Qué mínimo que un taxi gratuito todo el año para los vecinos y vecinas, que bastante tendrán con el traqueteo de la carretera. En Gebas tres cuartos de lo mismo; superamos la carretera, aunque vemos cerrado el salón social de la Ermita. Si nos vamos hacia nuestros vecinos muleños de Fuente Librilla, varias pancartas piden el arreglo integral de la RM-C1. Superamos el trozo de carretera asfaltada −entiendo que arreglada ya− tipo blandiblú, bajamos por Barqueros, y nos dirigimos al Cañarico.
En el Cañarico el tablón informativo de madera está aun más carcomido, pero al menos las grapas oxidadas hacen juego con el parque de ejercicios de al lado. Hay pista de fútbol, pero instalaciones como la canasta están rotas. Las paradas de autobús no pasan por su mejor momento: un cartel electoral prácticamente deshecho y un horario de autobús arrugado. Al menos hay personas mayores tomando el fresco en la calle y niños jugando; de hecho, el parque está lleno, y afortunadamente contrasta con el abandono en el que hemos dejado sus instalaciones. En la Costera el centro social está al lado de la escuela y la pista, y también está llena de críos jugando. En esta carretera, la RM-603, hay una antigua gasolinera abandonada, supongo que de cuando era más transitada para ir a Murcia. Ahora, el poblamiento de núcleos rurales que siguen el camino a los pies de Carrascoy crean un bonito paisaje.
Acabamos la visita en las Cañadas, a las que les tengo un especial aprecio porque siempre me ha llamado mucho la atención la Ermita de la Molata y las ruinas de lo que parecen antiguas casas cueva. Entramos por Venta Aledo; la carretera (RM-E24) está igual de destrozada, si cabe, que las de la Sierra; pasamos por la Molata, donde se ven preparatorios de fiesta −auguro que la pedanía tendrá una afluencia de fotógrafos−, seguimos por Casas del Aljibe y acabamos en los Muñoces. Su Ermita del siglo XIX está en un estado de pena, cerrada con un candado y con una cruz sobre unos pilares con matojos, como las ruinas que rodean el centro del núcleo de población y las casas cueva que vemos durante todo el trayecto. Un amigo me dice que en Fuente Álamo, bastante cercano ya, también las hay; espero que allí no descuiden tanto su patrimonio como hacemos nosotros.
Revitalizar zonas con poca población o alejadas de núcleos urbanos no es fácil, y no hay recetas mágicas; hay que invertir dinero, pero también hay que echarle valor. De momento, no es construir un parque temático ni un campo de golf, es −qué mínimo− restaurar servicios básicos como puntos de información, parques y zonas de juego; poner accesos para personas con movilidad reducida en los lugares públicos, poner en valor el patrimonio pedáneo y, para lo que no dependa directamente de nosotros, al menos tratar de ayudar y hacer la vida más fácil ofreciendo, por ejemplo, transporte. Que al final son alhameños y merecen la misma consideración que quien vive en el centro del pueblo.