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Fuga real

Fuga real

Tal vez Juan Carlos tenga algo de saqueador en la sangre, y de escapista también, y para probarlo podemos hacer un repaso por las más sonadas huidas borbónicas

Por Antonio García Martínez
domingo 16 de agosto de 2020, 17:37h

Estos últimos días se han convertido en un verdadero “¿Dónde está Wally?” con un hombre campechano de unos 82 años. Hace escasas semanas nuestro Borbón favorito desaparecía del mapa en medio de no una sino varias investigaciones por fraudes fiscales, blanqueo de capitales, etc. esta vez no solo por la justicia extranjera, sino también por la nuestra. Cómo será la cosa de grave…

Cuando supe de esta fuga no pude evitar recordar aquellas palabras de Jack Sparrow en Piratas del Caribe quien se refiere a escapar como la más noble y antigua de las tradiciones piratas. Tal vez Juan Carlos tenga algo de saqueador en la sangre, y de escapista también, y para probarlo podemos hacer un repaso por las más sonadas huidas borbónicas.

Aunque hubo ya en el pasado otros borbones que huían de la corona (véase a Felipe V), fue Carlos IV (1788-1808), quien guarda un siniestro e increíble parecido con Juan Carlos I, nuestro primer escapista en toda regla. Este monarca es uno de los primeros que pisa América, concretamente la Habana, tras firmar sin mucha resistencia el tratado de Bayona (1808) por el cual él y su hijo, el que sería Fernando VII, rechazarían el trono de España por una importante suma de dinero y propiedades, lo que se sumaba al dinero que tenían en otras capitales españolas y a lo que habían expoliado ya a España en vistas de su salida del país. Echando la vista atrás parece que lo llevan en la sangre.

Nuestra siguiente elementa es Isabel II (1833-1868), con ella el parecido a la actualidad llega casi a dar miedo. Fue la revolución de “la Gloriosa” en 1868 la que conseguiría acabar con su gobierno al grito de “Viva España con honra”, y es que parece que sigue siendo incompatible que reine un borbón y que los españoles tengamos algo de honra en ello. El reinado de Isabel II está marcado por la corrupción, la decadencia generalizada, los cambios fugaces de gobierno, la malversación y el atraso industrial, educativo y generalizado del país. Además de varios escándalos de carácter sexual protagonizados por la misma reina. Isabel II tuvo que abdicar en 1868, en favor de un Alfonso XII que no vería efectivo su reinado hasta 1874.

Acabó muriendo en el exilio, con las manos llenas de todo lo robado a España, con una lista incontable de amantes y coronándose como uno de los peores reinadoS de la historia de nuestro país.

Y ya solo nos queda un caso antes de llegar a Juan Carlos, el de Alfonso XIII (1886-1931). Este accedió al trono siendo niño, tras la repentina muerte de su padre, por lo que su madre rigió el país durante los primeros años. Su gobierno fue famoso por la corrupción, los grandes fracasos en la guerra de Marruecos, la pérdida de las últimas colonias españolas en América y por ser un monarca más dedicado a la diversión y la vida nocturna que a los asuntos de gobierno, llegó incluso a apoyar al dictador Miguel Primo de Rivera, durante unos años para evitar que la situación se descontrolase.

Alfonso, que no era tonto y sabía que no le iba a durar el chollo para siempre, empezó a enviar dinero con tiempo a otros países, especialmente en Suiza y Londres. Los últimos años de su vida los pasó por hoteles y casas de lujo europeas, que pagaba con el dinero de todos los españoles, y en 1941 nació en Roma su nieto Juan Carlos, que como podéis ver sigue con alegría los pasos de sus predecesores.

Parafraseando a Valle-Inclán, los españoles echaron a Alfonso XIII por ladrón, no por rey. En la actualidad el debate sobre el modelo de nación no está relacionado con que nos caigan mejor o peor este linaje, sino con los peligros que supone unir a una persona o grupo de personas al poder, sin que nadie las controle. Imagínense si el presidente del gobierno (este o cualquiera de los anteriores) no hubiese estado controlado por el resto de la cámara, habría hecho y deshecho a su antojo, el poder necesita control.

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