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El ejemplo que se va

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Anguita pedía a los votantes que se votase a la buena persona, a aquel hombre o mujer que estuviésemos seguros que iba a defender los derechos de sus conciudadanos, aunque fuese de extrema derecha, pero que jamás se votase al corrupto, al que quería hacer un negocio con la política, aunque llevase la hoz y el martillo

Por Antonio García Martínez
domingo 17 de mayo de 2020, 22:44h
La conciencia tranquila es la mejor almohada en la que se puede descansar, o eso se ha dicho siempre en mi familia. Considero que la trayectoria de un político, sea cual sea su ideología, debe estar marcada por la honradez. De nada sirve adjudicarse la razón y la defensa de los trabajadores y los más desfavorecidos, si una vez que se alcanza el poder hacer lo mismo que aquellos a quienes se criticaba. Y aunque ejemplos de esta mala conducta no nos falta, también existen políticos que han dedicado su vida al servicio de la ciudadanía, y ya rechazaban las pagas vitalicias mucho antes de que se pusiese de moda exigirlo por Facebook y no en las urnas o en la calle.

Morirse no hace a nadie bueno, pero cuando se muere una buena persona es algo que sentimos todos. Tal es el caso de la triste noticia que todo el país recibía este sábado en torno al medio día, Julio Anguita, líder histórico de IU, fallecía a los 78 años. No pocos líderes se han apresurado, en redes sociales y televisión a dar el pésame de forma pública, a él, al comunista. Incluso Pablo Casado lo hacía vía Twitter, parece ser que cuando una persona íntegra llega al poder y demuestra que las cosas se pueden hacer de otra forma se dan cuenta hasta los que están en las antípodas ideológicas, una pena que no haya más políticos (en general) que tomen su ejemplo hoy día. Pero claro, para ello hay dos inconvenientes: el primero que la persona sea íntegra, el segundo que los votantes le pongan en el poder.

Si hay alguno de los mensajes que me han marcado de este referente es claramente el mitin que ofreció en Coín, Málaga, hace ya más de una década, Anguita pedía a los votantes que se votase a la buena persona, a aquel hombre o mujer que estuviésemos seguros que iba a defender los derechos de sus conciudadanos, aunque fuese de extrema derecha, pero que jamás se votase al corrupto, al que quería hacer un negocio con la política, aunque llevase la hoz y el martillo. Este espíritu es el que he querido seguir en mi corta carrera política y el que me ha transmitido el partido en el que milito. Tengo muy clara una cosa, la política necesita una dedicación, un tiempo y un esfuerzo, y por lo tanto debe considerarse un trabajo, siempre vigilado de cerca por la población, pero en lo que no puede convertirse nunca es en un negocio, un espacio donde unos cargos, respaldados por su mayoría dispongan sus sueldos y prestaciones sin contestación, como no hace mucho pasó no muy lejos.

Conforme maduro y crezco me doy cuenta de que la muerte es, lamentablemente, un escalón más en nuestro recorrido en este mundo, si negamos la muerte estamos negando también la vida. Pero por suerte nos quedan siempre las vivencias y los consejos de aquellos a quienes hemos querido y admirado, aquellas personas que nos han enseñado por donde debíamos ir y lo que nunca debemos hacer, por lo tanto solo nos queda dar las gracias, seguir el ejemplo y desear a nuestro referente, Julio Anguita, que la tierra le sea leve.
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