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El pasado que va a pasar
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El pasado que va a pasar

No debe ser tanto que nos incomode mantener un recuerdo a las víctimas del franquismo, como el hecho de que, simple y llanamente, nos da absolutamente igual

Por Carlos Cárdenas Blesa
martes 04 de febrero de 2025, 22:45h
Yo estoy plenamente convencido de que la democracia es el mejor sistema humano de gobierno, porque da exactamente a cada población lo que merece, ni más ni menos. Estamos condicionados, sí, la democracia no es un sistema neutro, porque las personas no son máquinas. En un mundo ideal no habría analfabetismo, los recursos se repartirían de manera más racional y humana, y todos nos interesaríamos por desarrollar una buena política y por ser partícipes de la construcción de la sociedad.

No es el mundo en el que vivimos, me temo. El drama de hoy día es que nadie es analfabeto, porque la educación pública se ha extendido (oye, que no todo podía ser malo), y tenemos a disposición nuestra más información que nunca, pero a cambio hemos tenido que pagar un alto precio: estamos más cansados, más perezosos, más ocupados y, en definitiva, más alienados por el consumo directo ya no solo de bienes, sino de un entretenimiento banal que se actualiza al segundo.

Yo creo que de un tiempo a esta parte la política alienante ha encontrado su forma suprema de actuar: ya, fíjense, ni siquiera se trata de hacer referencia a valores grandilocuentes nacionalistas, religiosos, o cualquier otra cosa así, con la que enajenar a las masas. Ahora, basta simple y llanamente con mantenernos embobados, sin enterarnos de nada, compitiendo por tener un trabajito medio bueno que nos permita sostenernos, cada vez más suspendidos en el aire con menos cuerdas de ese bienestar que se aleja y se aleja, y contentándonos con echar el rato con una de esas miles de series iguales con las que nos dormimos cuando no podemos más, o escroleando cualquiera de esas infinitas idioteces que aparecen en la app de confianza.

¿Y a qué viene todo esto? Hoy me pilla especialmente enfadado porque he visto que han empezado a demoler los muros de la Cárcel Vieja de Murcia, símbolo de represión franquista, replanteado por el Ayuntamiento como un centro cultural-gastronómico-memorialístico (esto último no lo tengo claro), o algo así. Creo que algún ministerio ha hecho parar el derribo, por ahora. Oye, y mientras leía la noticia en La Opinión, me encuentro con una encuesta que lanza ese periódico sobre si los murcianicos están a favor o en contra del derribo de esos muros, representativos del antiguo estatus de prisión del edificio: salía mayoría a favor, claro.

Y esto me ha hecho replantearme las cosas, y llegar a una conclusión que seguramente resulte llamativa: haría bien la Delegación del Gobierno, o el Ministerio en cuestión, o la Subsecretaría de Memoria Democrática, que ya me pierdo, en dejar que el Ayuntamiento arrase con los muros. Es más, que dejen el edificio irreconocible, que monten alguna exposición naif y que hagan una “experiencia gastronomicoartística”; que he leído que proponen eso: no una cafetería de museo al uso, sino un espacio que combine arte y gastronomía.

A mí me parece buena idea. Unas marinericas y unos pastelicos de carne sentadicos donde se fusiló a algún bisabuelo. Me recuerda mucho a esas grotescas escenas donde alguien va a Auschwitz o al monumento a los judíos en Berlín a echarse la foto postureta. Oye, lo repito, me parece estupendamente bien. Los murcianos demuestran una, en el mejor de los casos, absoluta indiferencia hacia este monumento. ¿Por qué habría de ser transformado en lugar de memoria, si a la población le da igual? No he visto signos de descontento con el gobierno, ni del Ayuntamiento ni de la Región, y tampoco he visto que los ciudadanos estén quejándose en masa, ni siquiera que alguien haya tratado de impedirlo, más allá de esos pesados de las asociaciones de memoria histórica, que se empeñan en que el pasado reciente de la dictadura no se pierda en el olvido porque parezca molestar todavía a según qué intereses (habrá que preguntarse por qué, si se supone que todos somos demócratas).

Todo esto es lo que me ha llevado a reflexionar lo del principio: tenía la idea simple de que estas cosas de la memoria democrática siguen resultando incómodas en España, vaya uno a saber por qué. Pero he caído en la cuenta de que no debe ser tanto eso, es decir, que nos incomode mantener un recuerdo a las víctimas del franquismo, como el hecho de que, simple y llanamente, nos da absolutamente igual. Que nos la pela, que no va con nosotros, que tenemos bastantes problemas diarios, que solo queremos tomarnos una cervecica. Prometo no acabar con una frase de esas cansinas de “todo pueblo que no conoce su historia está obligado a repetirla” o lo de “pan y circo”. Si puedo escribir esto es porque hay personas que han dado la voz de alarma de que el derrumbe del muro se estaba produciendo, y por haber podido leer desde hace tiempo críticas a lo que se quería hacer con la Cárcel Vieja. Ya es algo, empecemos por ahí.

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