A menudo partimos de una idea errónea acerca del ocio que juega malas pasadas en la vitalidad de los individuos y de los pueblos. Puede que el atasco que muchos ciudadanos -de manera especial los adolescentes y jóvenes- perciben en Alhama, tenga que ver con los efectos de una mirada miope sobre el ocio y una falta de estrategia bien pensada que implique a las instituciones y también la iniciativa de cualquier grupo de ciudadanos.
El ocio es un tiempo de vida tan importante y legítimo como el que dedicamos a los estudios formales o al trabajo y cuya calidad influye en cómo nos desenvolvemos en esas otras ocupaciones. La idea del entretenimiento no tiene el mismo calado que el ocio. Éste último es un tiempo vivo de cultivo de uno mismo, de desarrollo personal y colectivo, donde transcurren algunas de las experiencias centrales de nuestra vida.
El ocio es un asunto público lo suficientemente relevante como para articular un modelo bien pensado y alternativo al modelo de entretenimiento predominante. El ocio no lo constituyen solo los programas de las fiestas, sino todas las actividades que espontanea o articuladamente desarrollamos los ciudadanos, además de en espacios privados, en los diferentes espacios públicos. Ocio es pasear por una calle sin un destino concreto y tener una experiencia de disfrute. En este sentido, es necesario que se habiliten espacios públicos donde jóvenes y otros colectivos puedan estar y hacer aquellas actividades que sean de su interés.
A nosotros, el tiempo de clausura doméstica que supuso el período COVID nos impulsó a redescubrir el pueblo desde otras experiencias que antes no habíamos probado. Empezamos a pasear por otras calles, otros parques, otros lugares que no son nada en concreto. Esas observaciones nos han permitido conversaciones íntimas sobre los lugares. Hemos observado algunas calles modestas y habitadas por el juego de los niños, otras muchas en las que los coches son los protagonistas del espacio. Hemos apreciado una tremenda mortandad en las viviendas -es una pena para el pueblo que algunas casas y otras edificaciones acaben cayéndose a pedazos-Observamos construcciones horribles sin ideas que las sostengan y que parecen dispuestas, más que para el vivir, para el arrumbar a gente en su interior. Cuidar la estética arquitectónica es una forma de civismo.
Echamos en falta, por ejemplo, que se pueda disfrutar más y mejor del jardín de los Baños. Ese espacio es un buen ejemplo de lugar que no sólo ha de tener como destino de ocio la celebración de un concierto o una exposición, sino el disfrute en sí del espacio que es. Su horario lo hace inviable. Se podría hacer un inventario por el centro y la periferia de lugares vacíos y prácticamente en abandono que podrían ser morada de encuentros y de ideas llenos de porvenir.
Alhama es un pueblo que tiene muchas virtudes y requeriría de un trabajo colectivo y colaborativo para la definición de un modelo orgánico de ocio basado en las necesidades reales y profundas de la gente, de lo contrario, quedará a expensas de los salones de juego y parte del modelo consumista y devorador en el que nos encontramos.