Hace unos días, un día entre semana, a mediodía, en el centro del pueblo, le pegaron una paliza a un abuelo para robarle el reloj. Le rompieron tres costillas como podían haberlo matado. Sería suficiente como para hacer un articulo sobre ello. Es más, lo tuve escrito y lo retuve porque pensé que requería un poco más de rumia. Mientras lo rumiaba, leo (¿ayer?¿anteayer?) en el periódico la agresión tumultuaria a otros dos hombres en el parque de la Cubana por una pandilla de unos 30 jóvenes y menores de edad, agresión que fue respondida con otra, cuando estos volvieron con machetes, y hoy que a otro hombre que paseaba tranquilamente su perro, también le agredieron entre cuatro amenazándole con armas blancas.
Durante los últimos meses hemos sufrido numerosos altercados, quizá no tan escandalosos, pero igual de significativos. Si los miramos en perspectiva, podemos observar que su factor común es la impunidad con la que se resuelven para los que los realizan. No hay consecuencias de calado. No hay consecuencias en absoluto. Los sucesos, por tanto, se suceden con más frecuencia e intensidad.
La semana pasada estuve en el Círculo en una conferencia sobre el entrenamiento y educación de perros. Yo no tengo mascotas, pero conocía al ponente y le tengo respeto intelectual, así que quise ir a escucharle. En un momento de la charla, resaltó una obviedad. ¿Por qué hace tu perro eso que a ti te disgusta?. Porque quiere, y porque puede. Puedes evitarlo poniéndole limitaciones físicas (vallas, cuerdas, bozales, etc) o cambiando su voluntad (consiguiendo que no quiera hacerlo).
La violencia juvenil se parece al mal comportamiento de los perros caseros. Puedes intentar que no quieran cometer vandalismo, para eso está la educación, pero debes evitar que puedan cometerlo (y para ello debe haber vigilancia suficiente) y si lo cometen, este no puede quedar impune, debe haber una acción correctiva, a ser posible proporcional, automática e inexorable.
El Ayuntamiento sigue cerrando los ojos mientras este problema se agrava, pensando que puede que desaparezca solo. Todos sabemos que no va a desaparecer, que lo único que puede hacer es agravarse. Esto no va de si la chavalada es mora, colombiana, guatemalteca o alhameña de tercera generación, no nos engañemos. Si hay una causa externa a este problema, esa es la ley del Menor, pero en tanto se modifica o no, hay acciones paliativas y preventivas que están en la mano del Ayuntamiento y de la Delegación de Gobierno socialista y no se toman.