El distrito de Wuppertal fue la primera región de Alemania golpeada por el coronavirus. Ahora, una población de la zona, ha corrido con doble mala suerte a causa de las inundaciones. Y Mario Pérez la ha sufrido en carne propia.
Este inmigrante español administró con éxito el restaurante Madrid en Solingen , a 20 kilómetros de distancia. Pero en marzo de 2020, justo en los días en que estalló la pandemia, se hizo cargo del restaurante La Bodega, en Beyenburg. Su ubicación y equipamiento no podían ser mejores. Eso creyó. Su nuevo restaurante tenía espacio para 80 comensales; aparentemente un verdadero golpe de suerte.
Tras la declaración de la pandemia, Mario Pérez pudo mantener su restaurante a flote a duras penas. Ahora parecía regresar la suerte y su felicidad era grande. Hasta que el viernes se desbordó el río que pasa por la población. "El 16 de julio tuvimos abierto todo el día, al tiempo que buscábamos detener el agua en todo el pueblo con sacos de arena, sin éxito”, lamenta.
En la noche, los 700 habitantes de Beyenburg tuveron que ser evacuados por la rotura de una represa en el río . Pérez también tuvo que abandonar su querido restaurante.
A la mañana siguiente recibió la llamada de que el agua había subido 40 centímetros en todas las salas de su restaurante. Desde entonces, él, los bomberos y un sinfín de ayudantes han bombeado el lodazal casi hasta la extenuación. "En general, hemos tenido mucha suerte aquí", reconoce Mario , "En otras partes de Alemania ha muerto gente y las casas han quedado completamente destruidas. Eso me duele en el alma".
Una titánica labor
El hecho de que Beyenburg haya salido relativamente bien parado se debe también a los incansables esfuerzos de Holger, el jefe de Bomberos, y su ejército de voluntarios. "Hemos llenado y colocado más de 30.000 sacos de arena aquí. Hubo un gran número de personas que colaboraron estos días", explica.
Holger se sienta exhausto en el cuartel general de los Bomberos, pues apenas ha pegado ojo en los últimos días. El agua baja lentamente, así que él también se siente más relajado. Confía en que pronto todos puedan volver a sus casas.
"Cuando saquemos el agua de las calles en los próximos días, revisaremos casa por casa para ver cuánta agua queda. El problema son los calentadores de petróleo, de cuyos tanques se ha derramado el combustible", dice Holger . Para retirar los residuos de petróleo es necesario contratar a empresas especializadas en bombeo de sustancias contaminantes.
El alcalde, dirigió las labores, y decidió evacuar a Beyenburg por precaución. Ésta ha sido su primera prueba dura ya que fue elegido hace poco menos de un año y que inmediatamente interrumpió sus vacaciones por la amenaza que se cernía sobre su distrito. "Hemos protegido por todos los medios la estación transformadora, de la que depende todo el suministro eléctrico de Beyenburg. Si hubiéramos tenido que cerrarla a causa de la inundación, unos 10 mil habitantes nos hubiéramos quedado a oscuras”, explica.
El alcalde adaptó rápidamente una escuela de Primaria como refugio de emergencia. Allí fueron acogidas 29 personas que no tenían amigos ni familia en la zona. "Te conviertes en un gestor de crisis de un minuto a otro", dice.
Estos días, Beyenburg es también un buen ejemplo de una solidaridad que no conoce distancias. Docenas de personas vinieron con equipo pesado. Cientos de personas trajeron sacos de arena. Y los agricultores de Remscheid, a 20 kilómetros de distancia, pusieron sus tractores a disposición de las autoridades en un abrir y cerrar de ojos.
Hace sólo un año, expertos de la junta de aguas habían anunciado que Beyenburg podría ser víctima de inundaciones por la falta de limpieza en la canalización. El alcalde adelantará ahora la construcción de un nuevo dique, que en agosto de 2020 había sido rechazado por 'expertos'.
Sin embargo, para el alcalde la tarea más difícil, además de la reconstrucción, podría ser la normalización de las relaciones germano-holandesas. Desde Beyenburg hasta la frontera hay muchos kilómetros. El Rur desemboca en el Maas cerca de Roermond, en los Países Bajos, que también se ha visto afectado por las inundaciones.
Las autoridades holandesas habían cerrado una esclusa en el Rur a causa de la crecida y hubo acusaciones de Alemania de que esto había provocado la rotura de la represa que inundó la región. Sin embargo, según cálculos de la Asociación de Diques de Limburgo, no hay ninguna relación. Ahora, el Alcalde intenta calmar las aguas:
"Los holandeses protegen sus ciudades lo mejor que pueden y yo habría hecho lo mismo en esa situación. Mantenemos una vecindad muy amistosa aquí en la zona fronteriza. No es el momento de recriminaciones".