En este proceso de segunda desescalada (esperemos que no haya otra más) hemos visto como, por segunda vez en menos de un año, volvíamos a la “normalidad”, o al menos íbamos ampliando nuestras libertades. Para muchas personas que tenemos amigos en otros municipios o que trabajamos en la hostelería, el levantamiento de las fronteras internas o la reapertura de bares y restaurantes nos ha alegrado muchísimo, y yo, como muchos otros murcianos, pienso disfrutarlo con responsabilidad.
No obstante, y como ya vimos hay algunos que vuelven a esta normalidad con ventajas, pudiendo notar todos cómo reciben un trato especial por parte de administraciones y mandamases, aun siendo una lacra social reconocida. Tal es el caso de las casas de apuestas, que vuelven a la carga con condiciones incluso mejores que el resto de locales hosteleros, ampliando los porcentajes de aforo en los diferentes escenarios sanitarios, y solo decretando su cierre cuando el municipio se encuentre en alerta extrema, nunca antes.
Esta decisión fue pública el día 28 de noviembre, momento en el que los hosteleros de la Región todavía tenían que servir únicamente al aire libre o para llevar, además, incluso cuando sus locales estuviesen relucientes y bien ventilados no podían abrir. Esos sí, se permitiría a casinos y casas de apuestas, locales bastante cerrados, abrir casi sin restricciones y retomar su actividad.
Todo esto sucede en una comunidad autónoma como la nuestra, con la mayor tasa de casas de apuestas por habitante de todo el país, una región además empobrecida y pasto de los trabajos temporales y la inestabilidad laboral. Por poner un ejemplo, solo en El Palmar (Murcia), existen más casas de apuestas que en toda la ciudad de Barcelona.
Y es que la ubicación de los salones de juego no es casual, ni a nivel nacional ni regional, estas se centran en los lugares más humildes y en los que los españoles tienen menor poder adquisitivo. Si nos fijamos en las barriadas más ricas estos locales casi no están presentes, es en los núcleos obreros donde tienen su mayor público, dado que prometen dinero fácil y rápido, algo que, lamentablemente, algunos necesitan más que el agua que beben o el aire que respiran. La trampa está en que no dan nunca o casi nunca, eso sí, se quedan con lo poco que tienen sus usuarios.
Esta nueva decisión es incoherente no resulta chocante sino que concuerda bastante con la línea de gobierno de PP y Cs, no obstante, a muchos murcianos nos ha dejado con la intriga de por qué se beneficia fiscalmente y en materia de horarios y libertades a unas empresas que se ha demostrado empobrecen y enferman a los barrios, se centran en captar al público más joven y utilizan miles de trucos para evadir impuestos. Espero que la respuesta no sea igual que con la concertada, aunque no me extrañaría.