Ha existido últimamente un revuelo en la sociedad española y realmente no creo que debamos haberle dado tanto bombo. Incluso dentro de la izquierda ha habido voces disonantes y de crítica que, en mi opinión, ha sido demasiado gratuita. Hagamos un sencillo repaso por la realidad, pero no de estas últimas dos semanas, sino desde el inicio de la pandemia.
El día 23 de abril de este 2020 se publicó en el BOE una medida efectiva que hasta día de hoy nos ha amparado a las clases trabajadoras de nuestro país, fue la limitación del precio máximo de las mascarillas quirúrgicas. Fuimos de los primeros en Europa, lo que no fue desaprovechado por varios charlatanes de derechas (Losantos, Inda o incluso algún que otro diputado) que empezaron a llamar bolcheviques y comunistas al gobierno, aunque a la vista está que funcionó, dado que dejamos de ver aquellas burradas de “1 mascarilla 3 euros” en algunas (usureras) farmacias.
En relación a las mascarillas la gestión, a nivel nacional y de las CCAA, no ha cesado ahí. Varias empresas (muchas textiles) cuya actividad se ha visto frenada por la COVID 19 han iniciado la producción de estas, además se han repartido millones, repito, millones de mascarillas de forma gratuita para los colectivos más desfavorecidos, funcionariado, y para las personas que tenían que acudir a instalaciones públicas, tales como administraciones, transportes, etc.
Cuánto orgullo pudo darme cuando un video de un policía nacional, repartiendo mascarillas gratis en el metro, se hizo viral en EEUU, país que en julio seguía
gobernado por Trump, a quien tanto ensalza un partido del congreso, mientras que allí la policía apaleaba a un transeúnte por montar en el transporte público sin mascarilla, en un estado donde era obligatorio llevarla. “Somos la Dinamarca de EEUU” pensé.
No obstante el precio de casi un euro por mascarilla quirúrgica nos sigue pareciendo caro a muchos, entre otros a mí. Pero creo que la cuestión se ha planteado de forma incorrecta. Con respecto al IVA, debemos dejar claro que NO es un impuesto que paga directamente el consumidor, sino el establecimiento, dado que es un impuesto indirecto. Cuando nosotros pagamos el IVA dejamos “encargado” al establecimiento de compra el pago al Estado de ese porcentaje del precio. Dicho de otro modo, si ahora ponemos que el IVA sea del 4% en lugar que del 21% el precio puede seguir siendo el mismo, es decir 96 céntimos la unidad, simplemente el establecimiento pagará menos al Estado por la venta de ese producto.
¿Y qué significa esto? Menos dinero en el arca que luego paga la sanidad, la educación, las infraestructuras…
No obstante este aspecto no ha tardado en ser utilizado por la oposición de la forma más baja y casposa posible, al menos en mi opinión, dado que ha sido capaz de confundir a buena parte de los españoles, haciéndoles creer que si se bajaba el IVA, bajaría directamente el precio de las mascarillas, aunque nada más lejos de la realidad, si queremos que baje el precio de este producto, que es, por desgracia, de primera necesidad, la única llave y la más efectiva es la de limitar, todavía más, su precio, que es lo que realmente ocurres en países de nuestro entorno como Francia o Portugal.
Partidos como el PP se han llenado la boca diciendo y repasando cómo de bajo era el IVA en estos países, pero… ¿a que no han dicho cuál es el precio máximo de la mascarilla en estos mismos países? Eso ha preferido ahorrárselo, no vaya a ser que sus propios votantes les exijan limitaciones que son más propios de bolcheviques.