El violinista virtuoso puede brillar en un solo, tiene sus momentos, pero ha de fundirse en la orquesta para que la pieza suene bien
Marga Estrada | Martes 18 de agosto de 2020
Hay cosas que uno puede conseguir por uno mismo. En ese tipo de cosas, lo más importante es la brillantez intelectual, la capacidad de trabajo y sacrificio y cierta correosidad. Por eso es frecuente que las personas que tienen ese tipo de cualidades a veces crean que pueden conseguirlo todo. Al fin y al cabo, son capaces de mucho, han logrado cosas asombrosas.
Sin embargo, hay cosas que uno no puede conseguir por sí mismo, cosas para las que resulta necesario unirse con otras personas. Y para trabajar en unión con otras personas, ya sean brillantes o mediocres, porque eso en este punto ya empieza a darnos igual, hay que saber o aprender a cooperar, hay que adaptarse a remar al ritmo, por mucho que uno sea capaz de remar más rápido o mejor. El tambor suena, y el remo debe bajar, y si no es así, toda la estructura sufre.
Cuanto más grande es el equipo que debe trabajar o más numerosos los equipos que deben coordinarse, cuanto más complejo es el sistema, menos eficaz es la aberración. El soldado que hace la guerra por su cuenta no aporta, pero el oficial que lo hace se convierte en un problema más veces de las que ayuda. Por muy brillante y esforzado que sea.
El violinista virtuoso puede brillar en un solo, tiene sus momentos, pero ha de fundirse en la orquesta para que la pieza suene bien.
¿Qué os voy a decir? Todos sabemos que dentro de cada español hay un seleccionador de fútbol que lo haría mucho mejor que el oficial.
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