Colaboraciones

A pique el portaviones

Para nosotros la crisis no es un periodo, sino una constante. Con tan solo 10 años, los primeros millenials pasaron la crisis de 1990, y en 2009 vivimos la segunda. Ante nosotros no se ha presentado nunca ese caminito en el bosque dorado de estudiar, trabajar y formar una familia, como sí tenían nuestros padres

Antonio García Martínez | Domingo 02 de agosto de 2020


18,5 ahí se ha quedado el disgusto del COVID en cifras económicas en nuestro país. El PIB (Producto Interior Bruto) ha descendido casi un 20% en nuestro país este segundo trimestre, arrojando así unas cifras no vistas en España desde la Guerra Civil Española (1936-1939), cuando este valor cayó hasta un 24%. Los ojos del presente, los del día a día, nos muestran un escenario horrible, y esta es la pura realidad, hace falta un gran esfuerzo por parte de nuestro país entero para imponernos a la nueva realidad económica.

No obstante creo que no estamos haciendo las lecturas oportunas, ni desde el Gobierno, ni desde la oposición, ni siquiera desde los bares, esos sitios donde los parroquianos consiguen arreglar el mundo, aunque solo de “boquilla”. El factor determinante en cómo afrontamos los cambios está, indudablemente, en la edad. La crisis, y este descenso del PIB, han acabado viéndose por parte de los responsables políticos y económicos como una fatal e inevitable noticia, como una gran tragedia (en el significado griego de la palabra), pero realmente el significado de la crisis depende de a quién se pregunte.

Nosotros, nuestra generación somos los conocidos Millenials, aquellos nacidos entre los años 1980 y 2000. Para nosotros la crisis no es un periodo, sino una constante.

Con tan solo 10 años, los primeros millenials pasaron la crisis de 1990, y en 2009 vivimos la segunda. Ante nosotros no se ha presentado una ese caminito en el bosque dorado de estudiar, trabajar y formar una familia, como sí tenían nuestros padres. Tengo compañeros que son los mejores en sus respectivos campos y sin embargo nos tenemos que quedar trabajando de cualquier cosa menos lo nuestro. Con menos de 20 años sabemos, en gran medida, lo que es la precariedad laboral. Y tras aquella ola de “ninis” que hubo en los años de la burbuja inmobiliaria hemos resurgido con una ola de “sísís”, es decir, jóvenes que no solo estudian, sino que también trabajan.

Si este escenario de pocas oportunidades laborales, alta competitividad, y dificultades para seguir estudiando lo presentásemos a alguno de nuestros padres con tan solo 20 años tal vez se tirarían por la ventana, mientras que nosotros nos erigimos en una de las generaciones mejor preparadas, aunque peor valoradas de la historia de
nuestro país.

Hartos de emigrar, en aquella famosa fuga de cerebros, nos vemos ahora con otro ciclo nuevo, en el que nuestro país puede modernizarse, dejar de depender tanto de valores tan inseguros como el turismo, y empezar a modernizarse e industrializarse. No hay pocas mentes brillantes en nuestro país, investigadores, técnicos, científicos… lo mejor de lo mejor, lo tenemos trabajando en el extranjero, tal vez este sea el momento para que aquellos que tienen una mente más abierta y “flexible” a los cambios tomen las riendas para dibujar un país en el que el futuro se antoje algo mejor que como pinta ahora mismo.

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