Colaboraciones

Un virus peor que el COVID-19

¿Acaso no da pena pensar que nuestros vecinos van a su apaño y prefieren llenar el carro sin importarles si esto afectará más o menos a sus vecinos, incluso a sus amigos y familiares?

Antonio García Martínez | Sábado 21 de marzo de 2020



En primer lugar me gustaría aprovechar este espacio para mandar todo el ánimo y mostrar toda mi admiración no solo a todo el personal médico, sino también a todos esos transportistas, el personal de los supermercados y la limpieza que a día de hoy están también en primera fila, luchando contra el dichoso virus. Desde aquí mi más firme voluntad para que esto dure lo menos posible.

Durante esta primera semana, ya en plena alarma por el Coronavirus, todos nuestros móviles, unos más y otros menos, se han llenado de frases de esperanza, de datos más y menos verídicos, de tutoriales sobre como quitarse unos guantes correctamente (el saber nunca ocupa lugar), o con información general sobre este virus y otras enfermedades contagiosas. Por nuestros grupos de wasa hemos discutido, hemos hecho nuestras hipótesis sobre de dónde habría salido el maldito bicho (algunos incluso hablan de conspiración) o sobre cuándo iba a acabarse el confinamiento.

Hasta aquí todo bien, pero al principio de la semana empecé a recibir vídeos muy tristes, vídeos en los que se podía ver cómo es la sociedad de mi país, la española, una sociedad que yo creía era sensata pero he descubierto no era así. En estos hemos visto a gente lanzándose a la caza de la compra, arrasando supermercados y dejando claro que no estamos preparados para ningún tipo de crisis de carácter social. Si no recuerdo mal, un amigo de Totana me pasaba el martes un video y me decía “Mira Toni, el Mercadona de mi pueblo esta mañana al abrir”, este entre muchos de los ejemplos que tristemente corren por redes sociales estos días.

¿Acaso no da pena? Pensar que nuestros vecinos van a su apaño y prefieren llenar el carro sin importarles si esto afectará más o menos a sus vecinos, incluso a sus amigos y familiares. Qué triste es ver a nuestros cuerpos de seguridad del Estado, Policía Nacional, Local o Guardia Civil, empleando efectivos y recursos en controlar que las personas que acceden a estas tiendas lo hagan de forma ordenada y no generen
disturbios, en vez de estar atendiendo situaciones más importantes propias de sus oficios. Se revela así una sociedad como insolidaria y me atrevería a decir tristemente ignorante, ¿acaso no se dan cuenta estas personas que los supermercados seguirían abiertos estas semanas? ¿Tan egoístas serían de pensar que, de no abrir próximamente, su compra habría dejado a varias familias sin poder comer?

Si estos episodios de psicosis, de miedo, hubiesen estado protagonizados por nuestros mayores, personas que por desgracia tuvieron que sufrir la posguerra y saben de verdad lo que es pasar hambre sería hasta comprensible. Pero para mi sorpresa lo que me encontraba el sábado pasado era a familias y parejas de 30 y 40 años, llenando no uno sino dos carros. El miércoles, cuando tuve que volver a comprar (porque si no tengo la necesidad de ir no voy), seguían teniendo faltas de varios productos y la pobre reponedora tuvo que girar el gesto cuando le pregunté cuándo iban a tener los yogures que buscaba, creo que ella misma sintió vergüenza ajena del comportamiento que muchos alhameños, murcianos y españoles, han tenido esta primera semana de alarma, y que espero sinceramente acabe cuanto antes.

Todo este tipo de momentos de crisis nos permiten tener un limbo, un espacio en blanco en el que observar los hechos y reflexionar. ¿Quién se atreverá ahora a criticar a los inmigrantes que vienen desde África y que huyen de una guerra? Si por la alerta del Coronavirus ellos casi agreden al vecino por haberles quitado un paquete de papel higiénico. Este miedo es precisamente un virus que nos puede matar incluso antes, que nos puede convertir en personas insolidarias si nos dejamos llevar por él, y que debemos evitar siempre, en cualquier situación.


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