Semana Santa

La Pasión de Cristo vista con los ojos de la medicina actual

Un sufrimiento atroz e inimaginable. 'La Pasión de Cristo', la polémica película de Mel Gilson por su crudeza en la descripción de la tortura y crucifixión de Jesús, está lejos reflejar el verdadero sufrimiento del Hijo de Dios

Domingo 07 de abril de 2019


El análisis médico de la Pasión de Cristo deja constancia de unos niveles de sufrimiento y dolor que superan considerablemente los descritos por Mel Gibson en su polémica película sobre los últimos momentos de la vida de Jesús. Ese film fue criticado en su momento por lo que, en general, se consideró un exceso de violencia y crueldad. Sin embargo, José Luis Molina asegura que no llega a reflejar todo el tormento ni las consecuencias del suplicio al que fue sometido quien se reveló como Hijo de Dios. El dolor empezó antes incluso de la captura de Jesús, con unos niveles de estrés capaces de causarle hematidrosis, una circunstancia muy extraña en la que una persona puede llegar a sudar sangre.

De todo ello habló José Luis Molina Molina, enfermero que hace años ejerció en Alhama y que ayer, tras la misa de las ocho, ofreció la charla 'La Pasión de Cristo desde el punto de vista médico'.

Sus primeras palabras fueron para dejar constancia de que Mel Gibson no exageraba en su película sino, más bien, todo lo contrario. Según Molina, el actor y director australiano se quedó corto.

La Sabana Santa
A falta de muestras y con sólo los testimonios recogidos en los Evangelios, la Sábana Santa adquiere una gran importancia desde el punto de vista médico tras haber quedado constatado, según Molina, que su antigüedad se remonta al siglo I. Su análisis revela que albergó un cuerpo de 1,81 metros de estatura y de unos 70 kilos de peso. Además, los restos y señales conservados en la Sábana coinciden con las diferentes lesiones causadas a Jesús desde su captura.

Molina señaló en primer lugar que el estrés sufrido por Cristo desde el momento en que fue consciente de su destino tuvo diferentes consecuencias sobre su cuerpo, más allá de la hematidrosis.

En primer lugar, esta situación influye negativamente en la cicatrización de las heridas, dificulta la absorción de alimentos y produce una redistribución de líquidos a nivel celular que hace la piel más sensible.

El primer golpe
La tortura física para Jesús comenzó con el primer golpe recibido por uno de los soldados del sumo sacerdote tras afirmar que era el Hijo de Dios. No se trató de un bofetón, como aparece en diversas iconografías. Según Molina, se trató de un golpe propinado en el pómulo con un bastón grueso que estos soldados llevaban en lugar de las espadas y las lanzas que tenían prohibidas.

Más tarde tuvo lugar la flagelación, que provocó que se le rasgara la piel y sufriera heridas y golpes de todo tipo ocasionadas con un látigo de varias terminaciones en cuya punta había elementos de hierro, hueso o piedra. Esas gravísimas lesiones provocadas por más de 120 impactos desencadenaron problemas renales e impidieron que Jesús respirara con normalidad debido al inmenso dolor en el tórax.

Corona y crucifixión
Más tarde los soldados de la Guardia Pretoriana le colocaron la corona de espinas causando una intensa pérdida de sangre al afectar al cuero cabelludo y los pabellones auditivos, unas zonas con abundantes vasos sanguíneos

Los soldados también cubrieron a Jesús con un manto sucio que se pegó a las heridas y que provocó una nueva hemorragia cuando fue retirado más adelante.

Una vez en el monte del Calvario, llegó el momento de la crucifixión. En el caso de Cristo, no fue atado a la cruz, sino que fue sujetado con clavos que atravesaron sus muñecas y pies causando "todo tipo de dolores", aseguró Molina.

Además, cada vez que Jesús necesitaba tomar aire para respirar, debía alzarse apoyándose sobre sus pies pese a estar clavados. Su espalda rozaba contra el madero de la cruz causándole un inmenso dolor. Y tenía que rotar sobre sus muñecas para poder levantarse y llevar aire a sus pulmones. Aún así, tuvo fuerzas para pronunciar las conocidas como 'siete palabras' que, en realidad, fueron siete frases.

Como causa final de la muerte, José Luis Molina señaló un fallo cardíaco. No obstante, indicó que los sentenciados a este tipo de condena fallecían habitualmente por asfixia al no conseguir alzarse para respirar.

Analizados todos esos hechos con los conocimientos de la medicina actual, resulta increíble que Jesús hubiera podido soportar todo ese dolor de no ser "un ser humano extraordinario", subrayó Molina.

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