Supongo que el hecho de que el desastre parezca que es a nivel mundial y que sucede todo a la vez en todos sitios da miedo. No es solo que desde los años ochenta los ideales individualistas comieran la tostada a otro tipo de propuestas organizativas más colectivas (el fracaso de los Estados comunistas también hizo mucho, ojo). Es también que la dimensión de todo lo que ocurre es tan grande, que ninguno de nosotros, como individuos, tenemos en el fondo ya la esperanza de que pueda surgir de la espontaneidad humana alguna fuerza que consiga vencer las desigualdades sociales.
A pesar de lo difícil que es proponer alguna alternativa colectiva, me sigue dando mucha pena que mi generación haya optado por el camino de la frustración individual, esto es, intentar no comerse mucho la cabeza con lo que sucede en el mundo, tener un trabajito con el que ir tirando (cada vez más difícilmente), e intentar articular una vida que imite, a modo de restos chaboleros de una vivienda anterior mejor, el nivel de vida al que alguna vez aspiraron generaciones pasadas.
Cuando discuto con amigos a los que afectuosamente incluyo entre los 'revolucionarios', es decir, esas escasas personas políticamente activas, pero que deciden no participar del sistema, ni siquiera votando a partidos de izquierdas, porque piensan que el problema es el sistema en sí, y que éste no tiene, a estas alturas, reforma que valga, suelo mostrarme escéptico ante la escasa movilización de la gente. Ojalá, y lo digo como alguien pragmático que no rechaza la política institucional en sí, movilizasen cientos de miles de personas en la calle. Otro gallo cantaría. De momento hemos de conformarnos con unos cuantos mostrando su rechazo hacia pogromos ultras.
Pero yo creo que en el momento en que estamos, donde parece que se cuestionan principios básicos en los que, al menos, fuimos educados, la tendencia está siendo una desmovilización depresiva de la gente joven. Amigos míos no-revolucionarios, progresistas, se plantean no votar. La desilusión es patente. La política de izquierdas es en muchos aspectos decepcionante, y no han faltado tampoco parásitos aprovechados. Me pregunto si la gente del centro-derecha civilizada, liberal, cristiana, no pensará lo mismo de los suyos.
Esto no es ni mucho menos uno de esos llamamientos simplistas para que la gente participe de una política consistente en votar y punto. No obstante, tampoco puedo evitar pensar que la democracia liberal, con sus defectos, es bastante justa en cuanto a que, en el fondo, los políticos no surgen por generación espontánea, sino que una especie de pacto social ratificado en las urnas legitima que estén ahí. No creo que la solución sea desentenderse de la política “pues el precio a pagar será ser gobernado por los peores” (Lo dijo Platón, ¿no? O lo mismo se lo inventó alguien y lo coló por internet, da igual). Bromas aparte, lo malo de no votar como crítica al sistema es que no se puede diferenciar a quien no vota por pura pasividad que no se traduce en nada alternativo, de quien no vota porque, como mis amigos, con más o menos críticas que puedan hacerse, creen que otro modelo de sociedad es posible. Lo que le pido al resto es que, por favor, si deciden hacer valer sus críticas a la política, no se quede en esa queja estéril tan típicamente nuestra y sean valientes para plantear nuevas alternativas. Que se muevan, vaya. Si no, lo harán quienes sabemos.