Mientras los obreros pican el suelo y la maquinaria retumba, en los bajos del Ayuntamiento la asociación D'Genes sigue funcionando, una asociación que da servicio a menores con necesidades especiales y a familias vulnerables. Niños con dificultades, familias que luchan cada día, profesionales que dan todo por sostener a quienes más lo necesitan. Todos ellos están atrapados entre escombros, ruido y una total falta de respeto.
La asociación ha solicitado una solución, un cambio de ubicación y el silencio ha sido la única respuesta.
La concejala responsable ha desaparecido. No da la cara. No propone soluciones. No cumple su deber. Pero si ingresa la nómina todos los meses y aumenta su cartera.
¿Qué clase de administración abandona a los más débiles para levantar una obra que nadie pidió? ¿Qué tipo de gestión prioriza el hormigón al bienestar infantil? ¿Qué lógica tiene encerrar a profesionales y usuarios en medio de una obra como si fueran mobiliario prescindible?
Esto no es una crítica política. Es una denuncia ética. Una sociedad se mide por cómo cuida a quienes más lo necesitan. Y hoy, en nuestro pueblo, el Ayuntamiento ha fallado de forma estrepitosa. La concejala responsable debe actuar. Debe buscar un espacio digno y seguro para esa asociación. Debe dar explicaciones públicas. Y debe recordar que su cargo no es un privilegio: es una responsabilidad.
Porque mientras se malgasta el presupuesto en ladrillos innecesarios, hay derechos que se están demoliendo. Y eso, por mucho cemento que pongan encima, no se puede tapar.