Lo más grave es que esas palmeras no pueden trasplantarse sin riesgo de morir. Y si mueren, muere con ellas una parte de nuestra historia. Una historia que cuentan cada vez que pasamos por allí, que late en sus raíces y que no debería arrancarse por una decisión política caprichosa.
La Casa de los Artero, que desde 1986 es sede del Ayuntamiento, ya perdió su color original, ese ocre que la distinguía. Ahora, con esta reforma, la plaza también perderá su identidad. Será menos accesible, más artificial y más alejada de lo que Alhama ha sido siempre.
Todo esto además conlleva la pérdida de una subvención de casi 400.000 euros de la Comunidad Autónoma, simplemente por no querer aceptar ayuda de una administración de distinto color político. Es un sinsentido.
No es sólo una plaza. Es nuestra historia. Es nuestra identidad. Es el lugar que nos representa a todos.
No podemos quedarnos callados mientras todo esto ocurre. Todavía estamos a tiempo de exigir sensatez, respeto y responsabilidad.
Alhama no se merece esto.