Vemos consternados y llenos de dolor las imágenes de la catástrofe que bien podría habernos pillado a cualquiera de los que somos habitantes de nuestro querido Mediterráneo.
La cifra de fallecidos en una provincia de 2,6 millones de personas es intolerable y evoca a lo peor de aquellos huracanes que vemos por televisión que ocurren en lugares como las costas estadounidenses o el sudeste asiático. Pues están aquí.
Las necesarias condolencias, ánimos a una pronta recuperación y agradecimientos a los equipos de emergencia no significan caer en frases vacías como "hoy todos somos Valencia" que traten de ocultar muy malas decisiones que se tomaron ayer. Decisiones políticas que previeron mal y tarde la magnitud de la catástrofe; decisiones a largo plazo, que eliminaban servicios de emergencia; opinología barata, que cuestiona el cambio climático y se ríe de los avisos hechos por expertos de la AEMET y cinismo empresarial, que mandó ayer a los trabajadores a sus puestos de trabajo, muchos de los cuales resultaron atrapados y sin poder contactar con unos servicios de emergencia colapsados.
Lo central, por supuesto, es asistir a las víctimas de esta desgracia. Pero que no se nos olvide que hay responsables, con nombres y apellidos, que han jugado su papel en este desastre.
A la sociedad le convendría recordar siempre que, aunque hay situaciones naturales inevitables, el cómo gestionarlas por el ser humano, y ahí radica la cuestión, es completa y llanamente algo político.