Cuando te das una vuelta ves rápidamente cómo está la situación y tus vecinos, gente que pide cosas perfectamente factibles, cosas que no son ninguna locura. Algunos ejemplos son: que no corten unas moreras centenarias, que no esté la calle Cuevas de San Agustín que da pena verla (que luego en las fiestas del Barrio nos damos de leches por las fotos e incluso llevamos dos fotógrafos en lugar de uno solo, eh); y la última de todas me ha matado, que a los trabajadores de la limpieza de las calles, vecinos de nuestro pueblo, les han puesto un GPS en los carritos de la limpieza...
Este hecho, como defensor de los servicios públicos y de los trabajadores me ha llegado a dar hasta dolores de cabeza. ¿En qué mente cabe controlar de esa forma a un trabajador cuya labor es recorrer las calles? ¿Qué se pretende, que corra más? ¿Poder decirle “acelera nene o te subo el número de calles por limpiar”?
Pero lo peor de todo no es únicamente que el gobierno local esté permitiendo todo esto, sino que el ayuntamiento no tiene autoridad (ni tampoco voluntad) para exigirle a la empresa que contrata a estos trabajadores a que revierta la medida, porque como nos encanta privatizar servicios y dejar que de esto se encargue las empresas privadas pues es lo que hay.
Para mí, un trabajo está bien hecho cuando sus resultados son los idóneos, si las calles están limpias y los trabajadores se sienten respetados es cuando estamos dando buenas condiciones tanto a los ciudadanos como a los trabajadores. Pero en el momento en el que se empieza con este control y apretando a los trabajadores, tengo muy claro que solo conseguiremos un trabajo cada vez más justo, en el que los trabajadores no pierdan ni un solo segundo, realicen la limpieza mínima y ni por asomo vuelvan a una zona donde ya hayan estado para repasarla, no vaya a ser que les vean desde una maldita pantalla “repitiendo” recorrido.
Personalmente creo que es el momento para apostar directamente por un modelo en el que los servicios públicos los ofrezcan directamente las entidades públicas. Y aquí os dejo (sí, yo, el rojico) una lección de empresa: la basura, las hojas que se caen de los árboles, el polvo, los desechos de los incívicos, y demás restos que hay que retirar de nuestras calles son elementos que jamás se acabarán, que estarán aquí siempre y no hay forma eficaz de externalizar el servicio o exportarlo para que no sea así. Cuanto antes haga esa inversión el ayuntamiento antes la amortizará, y antes podrá sacar beneficio para todos los vecinos y mejorar las condiciones laborales a nuestros trabajadores. Y con esto como con el agua, la recogida de basuras, la limpieza de edificios públicos, etc. etc. etc.