La llegada de la variante omicron no ha dejado indiferente a nadie en nuestro país, parece ser que la situación se ha descontrolado, o eso nos han dado a entender muchos periódicos e informativos, que se han centrado en el aumento masivo y (por supuesto) preocupante de casos pero se han dejado en el tintero el descenso de muertos y hospitalizaciones graves, cosa que es básica para entender lo que está sucediendo, y es que nuestra especie, como cualquier especie, se está acostumbrado a convivir y exponerse con el virus, aunque no por eso debemos bajar la guardia.
No obstante, los españoles parecemos de extremos, dado que hemos pasado en menos de un mes de estar 'a la Bartola' viviendo sin preocupación ninguna a ahora volver a la casilla de salida. Pero ni los ánimos ni el bolsillo están para volver a ella y ya somos muchos los que nos cansamos de medidas demostradamente ineficientes.
En este breve espacio me gustaría comentar dos que desde luego me parecen de lo más inútiles y que pensaba, iluso de mí, que ya habíamos superado. Primero hablemos de una medida que nos toca a todos, independientemente de en qué parte de España vivamos: la mascarilla. Esta herramienta que nos permite proteger a otros vuelve a ser obligatoria en el exterior, vuelven los agobios y la falta de aire, en un espacio en el que el riesgo de contagio es demostradamente mínimo y su uso se siente a veces ridículo, ¿cuántas veces habré pasado en el verano de 2020 por una calle desierta con la mascarilla puesta? Venga ya, lo que sería efectivo para parar el virus es invertir en sanidad, especialmente en atención primaria, un hecho del que estábamos muy convencidos en la primera mitad del año pasado pero ahora preferimos pensarlo mucho.
Y esta reflexión, sobre sanidad, nos lleva a la segunda, ahora que la variante es todavía más contagiosa volvemos a los cribados masivos, otra vez. Si ya cuando el virus era medio controlable los cribados masivos demostraron ser ineficientes y para nada rentables, ¿qué buscamos ahora? ¿Un milagro? No pocas autoridades médicas ya en 2020 se oponían a los cribados masivos, especialmente los que se hacían por petición o preocupación popular, tal es el caso de los que se están realizando en estas fechas navideñas, que no sirven más que para tirar dinero público. Una prueba de antígenos o una PCR deben reservarse e invertirse para alguien que haya sido contacto con un positivo o que tenga síntomas asociados al COVID, no hacérnosla como el que se hace unas mechas. De lo contrario nos haríamos uno por día y persona y p'alante, aunque me temo que la cosa no funciona así.
Además estos cribados navideños están dejando imágenes espantosas, tales como las increíbles aglomeraciones a la espera de estos tests (maravillosa oportunidad para contagiarse y salir con tu test negativo, dado que lo estarías incubando a la hora de hacértelo) o las imágenes de centros de atención primaria como el de Cáceres, donde los sanitarios recibían ayer la ira de quienes llegaban a hacerse un test y ya no quedaban, atacando, como en todo nuestro país, al personal sanitario.
Pero bueno, sigamos invirtiendo en el caballo perdedor, que no hay nada como hacer brindis al sol y unos tests a lo loco, y mientras tanto a abrazar al abuelo sin mascarilla esta Navidad…