Disponer de este escaparate que suponen las columnas que me publican periódicamente en Siete Días Alhama no deja de ser una responsabilidad. Unos y otros me escriben o me llaman para contarme cosas que creen que debería saber y difundir, y demás de la discriminación que intento hacer sobre qué puede ser más significativo en cada momento, me veo limitada por mis capacidades. No siempre acierto a explicar aquello que debería ser contado. Unas veces por falta de capacidad y otras de ánimo.
Hoy debería hablar de otras cosas, pero quiero aprovechar este rincón para lanzar al equipo de Gobierno (que sé que me lee) un ruego personal. Iluminen el castillo. En serio, sin dobleces. Ilumínenlo. Debe de ser el único o uno entre poquísimos de los castillos situados cerca de centros urbanos sin iluminar, y esa falta de luz lo desmerece de noche, que es cuando su presencia vigilante y tranquilizadora podría ser más confortante y atractiva.
Este deseo, que supongo que comparto con muchos más alhameños, es algo sobre lo que rumio cada vez que me acerco al pueblo de noche desde fuera, especialmente cuando vengo desde Cartagena. He preguntado a muchos sobre la razón de esa falta de iluminación obteniendo respuestas dispares, y durante años he pensado (hasta que he podido leer el proyecto y he visto que no lo incluía) que el retraso en solucionar esta carencia se debía a que estaría incluido en el famoso proyecto del 1,5 cultural del Castillo (Ese que va a hacer una empresa sin arquéologo ni restaurador). Ahora que sé que no es así, y teniendo en cuenta el ánimo sombrío que en muchos de nosotros ha sembrado la pandemia y sus tristes consecuencias, plantéenselo. Un castillo iluminado, como una nueva esperanza, como un faro. Es asombrosa la influencia que tiene el entorno en el ánimo de las poblaciones. Hay un montón de estudios sobre eso. Limpien aunque sea un poco, e iluminen el Castillo. Se descubrirán disfrutándolo incluso ustedes también.