Cuando explico cómo mi madre me enseño a cocinar siempre cuento que, antes de enseñarme a cocinar, me enseñó muchas otras cosas, higiene personal (hay que lavarse las manos antes de empezar), higiene de los utensilios y alimentos (todo lo que no se pela se lava), pero sobre todo a proteger lo que teníamos, y es que mi madre jamás me dejó cocinar sobre en mi cocina sin proteger el mostrador de mármol con los periódicos viejos que íbamos siempre consiguiendo de los bares donde yo trabajaba y antes de los que se leían por casa, y día de hoy sigue siendo así.
Este hecho ha producido que, con cierto retraso fácilmente calculable, yo esté leyendo a día de hoy las noticias de hace más o menos un año y cinco meses, más o menos las noticias de junio de 2020. Para que nos ubiquemos todos mentalmente son los periódicos de justo después de la primera ola, la más mortífera y la que nos sacudió más fuerte, la que nos insufló tanto miedo, y la que robó los escasos escrúpulos que le quedaban al “periodismo” de este país.
La suerte que tengo es que no solo tengo las de una editorial, sino que las páginas de diarios como El Mundo o La Verdad, se codean con las del diario regional La Opinión o con el dispar y descarriado La Razón, y hay dos cosas en común entre todos estos diarios por distintos que sean: la primera, la más obvia, todos hablan de lo mismo, y a día de hoy seguimos pecando un poco de lo mismo, todo el rato el ultra poderoso Covid, incluso a día de hoy, que aunque muchos lo nieguen, por mortalidad, ya ha dejado paso a otras enfermedades que llevan mucho más con nosotros y que tienen mucha menos inversión (tales como el cáncer); la segunda es la más interesante y el motivo de este artículo, y es que ningún diario, de los que hasta ahora he leído, renuncia a su filtro en pos de la salud y la información pública.
Si leemos diarios como El País muestran una opinión positiva pero contenida ante la evolución de la pandemia, y es contenido a la hora de achacar culpas tanto a autonomías como a gobierno central; si leemos el regional La Opinión, vemos como se enteran de más bien poco en más de un artículo, y la forma de dar los datos es poco clara e incluso insuficiente; y si se nos ocurre ojear el diario La Razón vemos como el maldito y felón estado central gobernado por el tiránico Sánchez oprime y castiga a los españoles con su gobierno de datos falseados.
Y todo esto, entre receta y receta, en un espacio tan dado a la reflexión como la cocina le dan a un que pensar, qué versión era la real, ahora realmente lo sabemos, los datos eran positivos realmente y nos recuperamos de esa primera ola en un verano bastante tranquilo, demasiado, tanto que resurgió unos meses después la pandemia en una segunda ola, pero lo que nos queda claro es que la ideología no solo va por encima de información, que ya de por sí es un derecho básico, sino que va por encima de las vidas humanas en la que los medios, controlados por una u otra ideología, no son capaces de cumplir con su función: informar.
Y esto me temo que pasa a nivel local, regional y nacional, y no veo mucho ímpetu porque esto acabe...