Colaboraciones

Que nadie se quede atrás

Tiene mi edad. Se tambalea, huele mal, pero sigue sonriéndome cuando me ve. Me aprecia, sabe que escribo, que viajo, sabe en qué trabajo

Magdalena Sánchez Blesa | Domingo 19 de septiembre de 2021


Iba conmigo al colegio. Fue un niño raro, introvertido. Alguien me dijo hace un par de años, que un familiar suyo abusaba de él.

Hoy lo he vuelto a ver en un portal, con la cabeza baja, sucio, inflado como una bota.

De vez en cuando me lo cruzo y me viene a la cabeza parte de mi niñez, el aula que compartimos, su timidez, el día en que se orinó y sirvió de cuchicheo entre los niños y niñas del recreo.

Nunca lo vi ponerse el primero en la fila. Nunca fue el primero en ninguna de las pruebas de la clase de educación física. Nunca tuvo la mejor nota, de hecho, creo que nunca aprobó un examen.

Siempre me saluda, pero baja inmediatamente la cabeza de nuevo. No sé qué droga toma, no sé qué bebe, no sé en qué máquina se juega lo poco que lleva en el bolsillo.

Un niño que perdió a su madre cuando nació. Un niño que encontró a su padre colgado cuando tenía doce años, un niño del que abusó un tío suyo en la infancia, un niño solo en el mundo.

Tiene mi edad. Se tambalea, huele mal, pero sigue sonriéndome cuando me ve. Me aprecia, sabe que escribo, que viajo, sabe en qué trabajo.

Ayer bajó la mirada. Me detuve. Le pregunté que cómo estaba.

-Bien, dijo dentro de su mascarilla torcida y sucia.

Mentira. No está bien, pensé. ¿Quién estaría bien en esas condiciones? ¿Cómo va a estar bien un hombre al que la vida no ha hecho más que darle guantazos a diestra y siniestra?

-Bien, balbuceó.

Le pregunté que dónde vive ahora, por entablar un poco de conversación con él.

Me dijo el nombre del barrio. Seguimos hablando.

-¿Te acuerdas cuando íbamos juntos a la escuela?

-Sí, claro, dijo.

Le nombré a algunos profesores y mantuvimos una conversación bonita finalmente. De pronto me dijo:

-Y tú ya me he enterado que has llegado lejos.

Me sorprendió tanto escucharlo decir unas palabras seguidas, que le hice repetirlo.

-¿Cómo dices?

Entonces dijo:

-Con las poesías, que has llegado lejos con las poesías esas tuyas.

Palabras textuales.

Cuando iba a despedirme de él, le dije, palabras casi textuales:

-Fíjate si he llegado lejos, que he llegado hasta ti. No son mis poemas los que me han llevado lejos, eres tú y la gente como tú, que me hace entender cada día, que llegar lejos es volverse, desandar el camino e ir hacia atrás, en busca de los que no pueden avanzar solos.

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