Los antepasados de los gatos domésticos comenzaron hace unos diez mil años a deambular por los alrededores de los poblados agrícolas de la península de Anatolia, atraídos por la proliferación de roedores que rondaban los almacenes de grano. En aquella época, los seres humanos preferían los hurones, los perros e incluso las serpientes para intentar mantener los alrededores de graneros, establos y casas, pero pronto apreciaron la presencia beneficiosa de los felinos, alimentándolos ocasionalmente y favoreciendo su presencia.
Pasaron más de cinco mil años antes de que se generalizase en alguna cultura, concretamente la egipcia, el criarlos como animales domésticos. El aprecio de los egipcios por los gatos, que llegaba hasta la momificación, es bien conocido, pero aún así, los estudios que se han hecho sobre su alimentación, demuestran que estos obtenían la mayor parte de su alimento de fuentes externas al hombre. Desde Egipto, mediante el comercio con griegos y romanos, se introdujo en Europa.
Cuatro o cinco mil años en materia de evolución, no son nada. Poco distinguiría a los gatos domésticos de los salvajes si en los siglos XVIII y XIX no se hubiera empezado a seleccionar el patrón rayado de pelaje que lo suele caracterizar actualmente.
En muchas sociedades con orígenes agrícolas como la nuestra, se sigue manteniendo esa doble visión del gato como animal semi salvaje controlador de plagas y como animal de compañía elegante y muchas veces juguetón. Esta doble visión y la costumbre de favorecer el establecimiento de colonias de gatos con las que se convive y de las que, ocasionalmente, se selecciona algún animal más bello o cariñoso para que se transforme en mascota, está quizá detrás del hábito de alimentar a estos animales, que, en general “no son de nadie”. Al fin y al cabo, “mucho mejor gatos que ratas”.
Las colonias de gatos así alimentadas se multiplican sin control y acaban convirtiéndose en auténticos problemas sanitarios y ecológicos, como protestan los vecinos de determinadas zonas del pueblo, como los de Nueva Espuña. Gatos de ojos legañosos, con sarna, portadores de leucemia o VIH felino se reproducen mucho más rápidamente de lo que los voluntarios pueden, con sus limitados recursos, atraparlos y castrarlos. El Ayuntamiento hace como que les ayuda, pero más bien parece que les tolere “relativamente”, y solo hay que preguntar y escuchar a cualquier miembro de las protectoras alhameñas que se dedican a estos menesteres para averiguar que la actuación municipal no es ni puede ser mientras no cambie, de gran ayuda.