Opinión

Alhama City

Al que se llevase mis cosas le deseo lo mejor, imagino que lo necesita tras el gran “golpe” que ha dado, ni Al Capone en sus mejores momentos, al conductor impaciente que iba detrás de mi y no tuvo el coraje de avisarme desearle que mejore

Antonio García Martínez | Miércoles 16 de junio de 2021


Cuando en segundo de la ESO explicamos geografía siempre hay más de una cara de confusión o asombro, y más de un debate. Sucedía esto hace poco más de un mes cuando, en este curso, respondía a la pregunta de uno de mis alumnos que, desde la segunda fila, me preguntaba “Pero profe, ¿cómo sabremos si es un pueblo o una ciudad?” Pregunta que despaché rápidamente con la misma frase de la mayoría de los manuales de Geografía: “Muy sencillo, si vemos que tiene más de 10.000 habitantes ya podemos hablar de ciudad”. Con lo que muchos compañeros se sorprendieron y dedicamos la clase a debatir y plantear otras diferencias entre el pueblo y la ciudad, fue una clase enriquecedora.

Una de las diferencias que una alumna defendió de una forma muy creativa y acertada fue la “forma de ser” de quienes viven en una ciudad a la de las personas que viven en el pueblo, afirmó que Alhama no podía ser ciudad porque “todavía nos conocemos todos, nuestros padres y abuelos son amigos o por lo menos conocidos”, se llevó su merecido positivo, pero qué difícil es medir esta variable… la forma de ser.

Pero, como todas las cosas que no son sencillas, vuelven a nosotros de vez en cuando, a veces a modo de percance o de mala experiencia, como me sucedió a mí hace justamente una semana. El pasado miércoles 9 de junio me acerqué a lavar el coche como hago de vez en cuando, error mío cuando vi que, al ser día festivo, muchos tuvieron la misma idea que yo. Por lo tanto mi clásico y detallado lavado se convirtió en una suerte de limpieza exprés sumada a las prisas y malos comentarios del conductor que estaba detrás de mí en la cola (al que parecía enfadarle que yo, sencillamente, hubiese llegado antes), no obstante me di todavía más prisa para ceder el puesto y “molestar” lo menos posible, con la mala pata de olvidar un cubo de plástico, una esponja usada y un spray limpia-llantas casi acabado junto a la pistola de agua a presión.

Mi sorpresa estuvo en que, cuando me di cuenta, habían pasado ya unos 10 minutos, y pensé en volver a por mis cosas, no principalmente por el precio que tenían (su valor sería prácticamente testimonial), sino porque tal vez estarían estorbando o molestando a otros usuarios. Mi sorpresa y tristeza fue enorme cuando, tras buscar y preguntar por mis enseres no había absolutamente nada. Y como le dije a mi padre, no estoy triste por el “valor” que tenían (si es que lo tenían), sino por la actitud de dejadez, de ir al apaño de uno mismo, y de buscar aprovecharse del vecino hasta en lo más mínimo, hasta en lo usado, hasta en lo que casi no tiene valor.

Era ese momento en el que no habría sabido decir si estábamos ya en el nivel de ciudad o en el de pueblo, y aún hoy le sigo dando vueltas. Por mi parte, al que se llevase mis cosas le deseo lo mejor, imagino que lo necesita tras el gran “golpe” que ha dado, ni Al Capone en sus mejores momentos, al conductor impaciente que iba detrás de mi y no tuvo el coraje de avisarme desearle que mejore, porque creo que no se merece convivir con el resto de alhameños que tienen una calidad humana mucho mayor a la suya.

Aprovechar este espacio para pedir a todo lector que sea solidario y ayude a su vecino o vecina, la vida sería un error si fuésemos todos a nuestro apaño sin importarnos nadie más que uno mismo.

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