Sé que a Luis le gusta más que hable de temas locales, pero estos días deberíamos estar todos pendientes del desarrollo de esas negociaciones europeas de las que nuestro ínclito presidente creía que iba a salir por la puerta grande, y que conforme se han ido alargando han ido pintando cada vez más oscuras para nuestro país que de nuestros asuntos particulares.
La mayor parte de los adultos saben que si quieres pedirle un favor a alguien, lo más razonable no es insultarle de entrada o ir de sobrado, que la fama de gasto sin medida, adicción al lujo, inmunidad a la realidad, cara dura o falta de consistencia en los pactos no predisponen a nadie en tu favor, y que, aunque yo esté dispuesto a “dejarme engañar” porque me convenga en otros aspectos, al menos deberías darme alguna excusa en la que yo pueda justificar mi decisión de cara a mi familia o accionistas (En este caso, electorado).
Pedro Sánchez está tan acostumbrado a que le faciliten la vida “por guapo y simpático”, que no parece consciente de esto. Aparece en las fotos sin mascarilla, en las negociaciones sin papeles sobre la mesa, y se comenta que ha llegado a la cumbre con los deberes sin hacer. A su imagen, que es la nuestra, la puntilla se la da la insistencia en que la mayor parte de las transferencias fueran a fondo perdido y en que los controles fueran lo más laxos posible.
La respuesta la mayor parte de este fin de semana ha sido un “pues va a ser que no”, pero finalmente, a las cinco de la mañana del martes, y gracias al buen hacer de Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, se ha llegado a una situación de consenso. En los próximos años, los países frugales aportarán menos de lo que les correspondería al presupuesto de la Unión y obtienen más poder efectivo, y a cambio, se vuelve a ayudar a los países más afectados por esta crisis sobrevenida.
(No sin que ello suponga un aumento importante de su deuda pública)
A Pedro Sánchez le vuelve a salvar la campana. ¿Cuántas veces más caerá de pie?
Si (
No(
